Città Nuova

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La economía y el mercado, por sí solos, no son suficientes para salvaguardar los bienes comunes globales

de Luigino Bruni

publicado en  pdf Città Nuova nº 17/2015 (413 KB) , 10/09/2015

Migrazioni BambiniEl mundo se está convirtiendo en un lugar poco seguro para que los niños y las niñas puedan vivir y crecer. Hace treinta años las fronteras políticas e ideológicas eran todavía muy altas y robustas. Para viajar “al extranjero” hacían falta visados y un montón de papeles. Pero, una vez que se llegaba al país extranjero, se percibía una seguridad que hoy ya no se conoce. Era posible ir a Oriente Medio, al Sinaí; visitar Damasco y Palmira; recorrer la ruta de la seda entera y después ir a Bagdag y revivir en la antigua Persia el encanto y la fascinación de los orígenes de nuestra civilización; pisar la tierra de Abraham y descender desde allí hacia el Jordán.

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Hoy muchos de estos espléndidos viajes son de hecho imposibles, porque demasiados patrimonios de la humanidad se han hecho inaccesibles. Enteras generaciones de jóvenes han crecido ya y siguen creciendo sin poder conocer estos profundos pozos de civilización, que guardan un agua que no se encuentra en otros lugares. Y así crecen inmensamente más pobres.

En estas últimas décadas, la dimensión económica de la vida ha conocido un verdadero triunfo. Se estima que en el último siglo la riqueza económica mundial ha crecido más de setenta veces. Aunque nosotros, si volvemos la mirada a estos últimos años, podamos tener una sensación de crisis o incluso de fracaso de la economía, en realidad la economía es una ciencia y una praxis que ha tenido un éxito enorme, que hace palidecer a todas las demás disciplinas y prácticas. Este híper-crecimiento económico, favorecido por la alianza entre empresas, finanzas y técnica, se ha convertido poco a poco en el objetivo de todos los gobiernos, sobre todo de las viejas y nuevas grandes potencias. Con ello se ha producido un natural y progresivo eclipse de otras dimensiones fundamentales de la vida, sobre todo las del medio ambiente y la política globales. La obsesión por el crecimiento del PIB, del consumo, del confort, ha ensombrecido, sin que nos demos cuenta, las dimensiones colectivas y públicas que fueron características de la sociedad europea y occidental hasta los años setenta del siglo pasado. El peso de la economía, en sí misma y dentro de la vida social, ha aumentado y sigue aumentando de forma exponencial. No sólo estamos todos concentrados en el aumento del PIB, sino que el lenguaje y la lógica de la economía están emigrando de las empresas y los bancos hacia nuevos ámbitos de la vida civil. Los valores, el lenguaje y las virtudes económicas (eficiencia, meritocracia, velocidad…) se están convirtiendo en los valores y las virtudes de todos los ámbitos humanos. Las deudas, los créditos, la oferta y la demanda, han entrado en la escuela. En el tren, los “señores pasajeros” se han convertido en “clientes”. Los hospitales se han transformado en empresas. Y en los santuarios, los “consejeros” ya están ocupando el puesto de los confesores.

Para entender dónde está el “problema” de este fenómeno, que para algunos no tiene nada de problemático, hay que tener muy en cuenta que apostar por las dimensiones económicas de la vida (el consumo y las finanzas, sobre todo) produce inevitablemente un desplazamiento de la mirada desde las dimensiones colectivas y públicas hacia las individuales y privadas. Así, el medio ambiente, la paz, el proyecto europeo, la seguridad de todos, quedan cada vez más en segundo plano, dejando que la escena la ocupen el jardín de casa, la paz de los centros de bienestar, los intereses de cada país o la seguridad blindada de mi apartamento y de mi crucero. Pero no la seguridad de las barcazas de los pobres, que en definitiva es la seguridad de todos, pues cuanto más inseguros y frágiles son los pobres, más frágil e insegura se hace toda la sociedad. Pero, como nos dice la mejor teoría económica, cuando nuestra atención se concentra en nuestros bienes privados, lo que ocurre es que los bienes públicos y sociales salen de nuestro horizonte visual. Simplemente se destruyen, sin que nadie individualmente haya querido hacerlo. Si cada uno de nosotros no cuida intencionadamente los bienes comunes como el medio ambiente, la escalera de la comunidad de vecinos, la integración de los pueblos o la paz global…, éstos no durarán. Además, como dice también la teoría, una vez que los bienes comunes son destruidos por distracción y por ‘falta de cuidado’ ya no es posible reconstruirlos.

Para salvaguardar y cuidar los bienes comunes globales, la economía no puede hacer nada. Porque el mercado crece con la paz, pero también crece con la guerra. La historia humana siempre ha alternado economías de paz con economías de guerra, crecimiento económico debido al encuentro pacífico entre los pueblos con crecimiento del PIB debido a las guerras y a la reconstrucción posterior a los escombros. Desde este punto de vista, el mercado es radicalmente “laico”. La economía crece cuando vamos de vacaciones a Siria e intercambiamos en paz bienes y servicios, o cuando vamos con los amigos a una pizzería. Pero también crece cuando instalamos alarmas dentro de casa, cuando contratamos vigilantes de seguridad, o cuando levantamos muros y fabricamos minas anti-persona y anti-niño. La economía no es capaz de producir ella misma los anticuerpos necesarios para protegerse de los traficantes de muerte. Deben inyectarse desde afuera.

Volveremos a dar a nuestros hijos la oportunidad de visitar los patrimonios de la humanidad hoy inaccesibles si somos capaces de mirar menos a nuestro confort y a nuestra seguridad individual y más al bienestar y a la seguridad de todos; si nos distraemos de los bienes económicos privados para mirar, de nuevo juntos, a los bienes civiles, medioambientales y públicos. Si no lo hacemos, pronto llegará el día en que no podremos disfrutar ni siquiera de la paz de nuestra piscina de casa, porque no hay muro ni puerta blindada ni empresa de vigilancia privada que pueda protegernos de verdad. Si no cuidamos el bosque que rodea nuestra casa y lo convertimos en un basurero, pronto infestará nuestra cocina y la habitación de nuestros hijos. La seguridad más grande es la de todos; el bienestar más verdadero es el compartido.

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El mundo no es lugar para niños

El mundo no es lugar para niños

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Actualidad - Crisis griega. La tormenta que ha azotado a Atenas nos lleva a pensar que el pacto europeo ha quedado reducido a un contrato

Luigino Bruni

Publicado en pdf Città Nuova n. 15-16/2015 (56 KB) , el 01/08/2015

La Unión Europea está atravesando la mayor crisis desde sTsipras Merkelu fundación. El test de estrés que ha supuesto la crisis griega ha puesto de manifiesto no sólo la grave situación del pueblo griego y de su economía, sino también la fragilidad de una Europa que se construyó hace décadas sobre registros relacionales, sociales y simbólicos típicos del pacto y que ahora se está transformando progresivamente en un club de países que siguen juntos únicamente en base al registro del contrato.

El pacto, categoría de origen bíblico (Alianza), incluye, entre otras cosas, el perdón como elemento fundamental. En los pactos es posible perdonarse. Después de los fracasos se puede y se debe volver a empezar. A veces las deudas se pueden cancelar.

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Si hay per-dón, por naturaleza también hay don, una palabra que nadie ha tenido el valor de invocar en las mesas donde se tomaban las decisiones importantes estas últimas semanas. Esto no debe sorprendernos pero es normal que nos entristezca. Nuestro capitalismo ha encerrado el don en la esfera estrictamente privada. Es posible que haya entendido la naturaleza subversiva del verdadero don, que, no por casualidad, tiene como primera imagen a un hombre-Dios crucificado. El verdadero don es una herida, pero también es la hendidura principal por donde pasa la vida. La vida individual y la de los pueblos.

Cuando una comunidad (palabra que viene de munus, es decir don y obligación, que son los dos significados de munus) pierde el contacto con el don, cuando sus responsables son incapaces de evocar esta categoría incluso en los momentos más dramáticos, el pacto muere y solo queda el contrato con sus reglas. Para no salir del horizonte de la humanidad debemos ser capaces de lubricar nuestras reglas con el aceite del don.

Esta co-esencialidad de las reglas y del don se ve en la gran historia del desarrollo de la Alianza bíblica, así como en las comunidades fundadas por pactos, como las familias, muchas otras comunidades y algunas empresas (empresas de comunión, cooperativas…). En cambio, el contrato no conoce la palabra perdón. Cuando en un contrato se comete un error, hay que pagar hasta el último céntimo. De hecho, en la antigüedad era posible caer en la esclavitud por deudas e incluso perder la vida.

En la Alianza entre YHWH y el pueblo hebreo, la Ley del Sinaí (la Torah) introdujo, como unicum en toda la historia humana, el año sabático, gracias al cual cada siete años los esclavos por deudas eran rescatados y liberados: “El esclavo hebreo servirá seis años, y el séptimo quedará libre sin pagar rescate” (Éxodo 21,2). Estos esclavos eran personas ‘compradas’ (qnh es un verbo que se usa para las compras con moneda), deudores insolventes que perdían la libertad porque no lograban devolver los préstamos recibidos. Y con ellos muchas veces terminaban en la esclavitud también sus mujeres, sus hijos y sobre todo sus hijas (21,3-5). Así pues, el deudor se convertía en propiedad del acreedor, como si se tratar de una mercancía, una casa o un vestido. En un momento determinadoComunità Club, la civilización inventó la institución jurídica de la quiebra, que, no lo olvidemos, se creó sobre todo en garantía del deudor, para impedir precisamente que sus deudas le convirtieran en esclavo.

Esta forma de esclavitud por deudas sigue estando muy presente y en auge en nuestro capitalismo, donde hay empresarios y ciudadanos, casi siempre pobres, que caen en la condición de esclavos únicamente porque no consiguen pagar sus deudas. Y así pierden, también hoy, la libertad, la casa, los bienes, la dignidad e incluso la propia vida. No hay duda de que entre los esclavos por deudas hay, tanto ayer como hoy, personas ignorantes y crédulas, y torpes especuladores. Pero también hay empresarios, trabajadores y ciudadanos justos que simplemente han caído en desgracia. La Biblia nos recuerda que también el justo puede caer en desventura sin tener ninguna culpa, como en el caso de Job. No todos los deudores insolventes son culpables, aunque en algunos idiomas deuda y culpa tengan la misma raíz etimológica. El capitalismo, a pesar de que nació dentro del humanismo judeo-cristiano, no conoce ninguna ley que libere a los deudores de la esclavitud al terminar el séptimo año. Sin embargo, aquella antigua ley sigue repitiéndonos también hoy que ninguna esclavitud debe ser para siempre, porque antes que deudores somos habitantes de la misma tierra, hijos del mismo cielo y por ello verdaderos hermanos y hermanas.

En cambio, cuando pensamos que nuestra riqueza es conquista y mérito sólo nuestro, las deudas no se perdonan nunca, los esclavos no se liberan nunca y la justicia se eclipsa. El dominio absoluto del individuo sobre las cosas es un invento típico de nuestra civilización, pero esa no es la lógica bíblica ni la verdadera ley de la vida. Europa podría haber aprovechado esta gran ocasión, creada primero por la crisis financiera que estalló en Estados Unidos y después por la crisis de la deuda pública de algunos países como Grecia, para relanzar el pacto fundacional que la originó, concibiendo y aventurando soluciones más creativas, valientes, arriesgadas y solidarias. En cambio, de momento seguimos viendo cómo se desgasta el sueño europeo. Para mantenerlo con vida hacen falta símbolos más ricos que los de las finanzas, actos humanos más grandes que los contratos, palabras más expresivas que culpa y deuda. No perdamos por el camino la comunidad para conformarnos con el club.

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Actualidad - Crisis griega. La tormenta que ha azotado a Atenas nos lleva a pensar que el pacto europeo ha quedado reducido a un contrato

Luigino Bruni

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La Unión Europea está atravesando la mayor crisis desde sTsipras Merkelu fundación. El test de estrés que ha supuesto la crisis griega ha puesto de manifiesto no sólo la grave situación del pueblo griego y de su economía, sino también la fragilidad de una Europa que se construyó hace décadas sobre registros relacionales, sociales y simbólicos típicos del pacto y que ahora se está transformando progresivamente en un club de países que siguen juntos únicamente en base al registro del contrato.

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La comunidad y el club

La comunidad y el club

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Una palabra clave para el futuro: subsidiariedad. Un principio válido desde para la educación al bienestar, a la cultura. Pero también a la gestión.

por Luigino Bruni

publicado en  Città Nuova n.8/2015 del 25/04/2015

ScuolaSubsidiariedad podría ser una palabra clave para los próximos años. Podría generar más bienestar y democracia en nuestra sociedad, si fuéramos capaces de aplicarla de verdad en el ámbito de la política (donde muchas veces se nombra pero rara vez se practica) y de extenderla a otras áreas que tienen una acuciante necesidad de ella. La profunda raíz ética de este principio se encuentra en una de las grandes conquistas de la modernidad: “la soberanía pertenece al pueblo, no a los gobernantes ni a los políticos”. Según este principio, cualquier decisión que tome un administrador y que produzca efectos sobre las personas implicadas, debe estar justificada en razones de bien común.

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Es el pueblo soberano de los ciudadanos el que delega el poder hacia arriba. No son los gobernantes los que se lo conceden a los ciudadanos. Por eso decimos que la subsidiariedad es esencial para cualquier democracia verdadera que quiera tener ciudadanos y no súbditos. Así pues, la subsidiariedad es un principio fundamental para las relaciones sociales en las que intervienen varias personas que se encuentran a diferente distancia de los hechos y con diferente grado de información acerca del problema a afrontar.

El primer ámbito que nos viene a la mente cuando pensamos en la subsidiariedad es el político, donde ésta debería regular la organización “vertical” de una comunidad. La subsidiariedad es el principio en el que se basa la Comunidad Europea, que se fundó sobre la regla “que el nivel de poder político más distante del problema a resolver no haga lo que pueda hacer el nivel más cercano”. El poder más distante (el Estado) sólo debe intervenir en ayuda (subsidio) del más cercano (ciudad).

La subsidiariedad, además, es muy importante para ordenar las relaciones entre las instituciones y organizaciones que operan en un mismo territorio. Aquí nos sugiere otro criterio: “Que el Estado y el mercado capitalista no hagan lo que puedan hacer la sociedad civil organizada y las familias”, de forma que la decisión recaiga sobre las personas o instituciones que estén más cerca de las personas afectadas por el problema que haya que resolver. Así pues, si en un determinado barrio hubiera tres posibles alternativas para gestionar una guardería (el ayuntamiento, una empresa y una cooperativa de padres), el principio de subsidiariedad sugeriría elegir la cooperativa de padres. Esta subsidiaridad se llama “horizontal” y tiene un enorme valor para salvaguardar la libertad y la variedad de formas en la educación, la asistencia, la sanidad, el arte, etc. Es la primera garantía de salvaguarda de una biodiversidad civil, económica y cultural que, por el contrario, se está reduciendo fuertemente debido a la invasión de un verdadero pensamiento único global.

El principio de subsidiariedad nos dice, antes que nada, dos cosas fundamentales. La primera y más importante competencia, de la que debemos partir en todo proceso tendente a resolver problemas o a mejorar situaciones, es la que poseen las personas implicadas directamente en el problema. Por ejemplo: los más competentes en cuestiones de pobreza son los pobres, por su propia condición; no los políticos ni los administradores, que deciden sobre su destino a veces a gran distancia del problema y de sus competencias específicas. Una gestión subsidiaria del bienestar y de la pobreza de una ciudad o de un país debería reconocer, antes que nada, las competencias específicas de estas personas, y valorarlas como primer recurso para la solución de los problemas, teniendo en cuenta la sabiduría que contiene el antiguo refrán popular: “sólo tú lo puedes lograr, pero no puedes lograrlo solo”. Y, por coherencia, los pobres, los enfermos y los ancianos deberían formar parte de los órganos que se crean para resolver sus problemas. En cambio, esos órganos están cada vez más llenos de técnicos y consejeros incompetentes (aunque tengan licenciaturas y másteres), puesto que no están cerca de los problemas ni de las personas que los padecen. Si la gestión fuera realmente subsidiaria, en el Ministerio del bienestar habría franciscanos y monjas de la Madre Teresa, aportando sus carismas para amar, ver y comprender las pobrezas y transformar las heridas en bendiciones. Hay una segunda premisa antropológica y ética detrás del valor de la subsidiaridad: dar prioridad, reconociendo su importancia, a los encuentros cercanos y directos entre personas. Sólo debe haber mediadores si son necesarios y siempre como subsidio a los encuentros entre personas, que son esenciales para una vida buena y verdadera.

Pero hay otros ámbitos en los que la subsidiaridad es un principio fundamental para el bien común. Uno especialmente delicado y relevante es el de la educación. Todo proceso educativo virtuoso debe partir de la consciencia de que la primera competencia es la que posee la persona que aprende y, por tanto, todos los demás intervinientes deben estar al servicio (subsidio) de esta competencia primaria y esencial. En cambio, cuando la intervención del educador (profesor, padre…) sustituye a la competencia, a menudo latente pero real, de la persona que aprende (adulto, joven, niño…), el proceso pedagógico se obstaculiza y se desvía.

Otro lugar donde la subsidiariedad podría ser muy importante y aún se encuentra casi del todo ausente, es el de la gestión de las organizaciones y empresas. De hecho, algunos expertos empiezan a hablar ya de la “subsidiariedad gerencial”, según la cual el gerente sólo debería intervenir en las decisiones del grupo que coordina para aquellas actividades cuyo resultado sería peor sin su intervención de ‘subsidio’. Pero para que la subsidiaridad sea concreta y no mera retórica ideológica, es indispensable que los trabajadores y los grupos de trabajo experimenten una confianza auténtica, de la que incluso puedan llegar a abusar.

Es necesario que la gerencia se fíe de verdad de los grupos de trabajo y no quiera controlar todo el proceso, quizás considerando que su presencia es siempre indispensable para todas las decisiones importantes. Cuando los que reciben la ‘delegación’ perciben que en realidad esa ‘confianza’ es sólo instrumental, una técnica para obtener más beneficios, la subsidiaridad deja de producir sus efectos. Por este motivo, la subsidiaridad en las empresas requeriría que la propiedad tuviera una estructura democrática, donde la delegación no descendiera desde arriba (propiedad) hacia los trabajadores, sino que fuera en la dirección opuesta (como ocurre en la política, donde nació el principio de subsidiaridad). En cambio, la subsidiariedad que va de arriba abajo es otra cosa, que sólo funciona cuando los propietarios deciden que les conviene, y es poco resistente ante los fallos de la confianza genuina. La prueba de la subsidiaridad genuina es la resiliencia, la capacidad de superar las crisis motivadas por graves abusos de confianza.

Por último, la comunicación es otro ámbito donde la aplicación del principio de subsidiaridad podría ser muy importante. Aquí también la primera y más valiosa competencia sobre un hecho determinado la tiene quien está directamente en contacto con el hecho. Cualquier intervención más distante que puentee esta competencia primordial no hará más que empeorar la calidad de la comunicación. Esto vale no sólo para las crónicas o para las historias que se cuentan en los medios de comunicación, sino que tiene un carácter más general, que podríamos formular así: los instrumentos de comunicación son buenos si favorecen los encuentros directos entre personas y, en cambio, reducen la calidad ética de las relaciones cuando esos mismos instrumentos sustituyen a los encuentros personales, en lugar de subsidiarlos. Por poner un ejemplo: una red social que facilite y subsidie el encuentro cara a cara entre las personas sería plenamente coherente con la subsidiaridad; en cambio, si las relaciones en la red desplazan y hacen disminuir los encuentros completos entre esas mismas personas, la calidad humana y relacional de nuestros encuentros se empobrecerá. Pero aquí se abren infinitos escenarios sobre los que tendremos que volver.

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Una palabra clave para el futuro: subsidiariedad. Un principio válido desde para la educación al bienestar, a la cultura. Pero también a la gestión.

por Luigino Bruni

publicado en  Città Nuova n.8/2015 del 25/04/2015

ScuolaSubsidiariedad podría ser una palabra clave para los próximos años. Podría generar más bienestar y democracia en nuestra sociedad, si fuéramos capaces de aplicarla de verdad en el ámbito de la política (donde muchas veces se nombra pero rara vez se practica) y de extenderla a otras áreas que tienen una acuciante necesidad de ella. La profunda raíz ética de este principio se encuentra en una de las grandes conquistas de la modernidad: “la soberanía pertenece al pueblo, no a los gobernantes ni a los políticos”. Según este principio, cualquier decisión que tome un administrador y que produzca efectos sobre las personas implicadas, debe estar justificada en razones de bien común.

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El valor de la cercanía

El valor de la cercanía

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No existe una única forma de hacer economía o empresa: el modelo norteamericano no es adecuado para el viejo continente. No es lo mismo las finanzas que la política.

de Luigino Bruni

publicado en  pdf Città Nuova nº 03/2015 (28 KB) del 10/02/2015

TroikaDeberíamos tomarnos muy en serio la oleada de malestar con respecto a las instituciones financieras europeas y mundiales (la Troika), que está surgiendo con fuerza cada vez mayor en Grecia, España y Portugal, pero también en Francia e Italia. En la Europa latina, comunitaria y ‘católica’ (y también ortodoxa). Es evidente que no todas las razones de las protestas sobre la política europea y el euro son buenas. Pero algunas sí que son profundas y muy serias.

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Todas las economías y los capitalismos del mundo no han sido nunca iguales. Hasta los años 70 del siglo pasado, en el mundo había muchos sistemas económicos distintos. Estaba el capitalismo norteamericano, pero también el alemán, el francés, la economía mixta y popular italiana, la economía socialista, los distintos ‘capitalismos’ japoneses, indios, sudamericanos… Esta variedad de vías de acceso al mercado y la economía originó también una gran biodiversidad de formas de empresa y de banca, de formas de trabajar, producir y consumir. De formas de vivir: la economía no es ni más ni menos que la vida de la gente. Con el comienzo de la globalización de los mercados, acompañada por el auge de las teorías de la llamada ideología neoliberal (que yo llamaría post-liberal o ultra-liberal), se desencadenó un proceso de convergencia de los distintos ‘capitalismos’ en el modelo estadounidense, con una fuerte reducción de las diferencias nacionales y del genius loci de cada pueblo. Una nivelación cultural y una fuerte pérdida de biodiversidad. Así se fue imponiendo la idea de que no había más que una cultura de empresa buena, una única banca eficiente, un único modo de hacer finanzas. Todas las demás formas de economía, empresa y banca, distintas y alejadas de la única idea buena y verdadera, se fueron considerando como discrepancias y residuos de un pasado feudal que había que eliminar cuanto antes. Las escuelas de negocios de todo el mundo han desempeñado un papel fundamental en el avance sin freno de la ideología de la vía única al capitalismo, al producir, implementar y enseñar en todo el mundo una ideología ‘universal’ de la dirección. En las escuelas de negocios de Buea y de Chicago se siguen los mismos ‘protocolos’ (como en cirugía) puesto que la empresa es una y tiene las mimas reglas en todo el mundo. Poco importa si después esas empresas tienen que operar en los suburbios de Nairobi o en la city de Londres. Lo mismo podríamos decir de los bancos y las finanzas.

En realidad, las cosas son muy distintas. La economía europea siempre ha tenido varias almas económicas, varios ‘espíritus del capitalismo’. En particular, la Reforma protestante originó una cultura empresarial y bancaria distinta a la que siguió operando en los países de cultura católica (más aún en los de cultura ortodoxa). La clara separación entre don y contrato, entre comunidad y empresa, que se consolidó en los países del norte de Europa y en los Estados Unidos (tras la reacción de Lutero contra una relación demasiado estrecha y en buena parte equivocada entre el dinero y el don, por el ‘mercado de las indulgencias’), nunca se dio en los países mediterráneos. Aquí la economía ha seguido mezclada con la comunidad, el don con los contratos, el dinero con la gratuidad. Un cruce que ha generado muchas enfermedades típicas de estos países (desde el amiguismo hasta las mafias), pero también ha producido algunas bendiciones. Entre estas últimas destacan las empresas familiares (que son todavía hoy el corazón de la economía italiana), el gran movimiento cooperativo, las cajas rurales y de ahorro, los BCC y los bancos populares, que han embellecido nuestra economía haciéndola rica y equitativa.

La creación de Europa tuvo como piedra angular el ‘principio de subsidiariedad’ (el primer poder les corresponde a los que están más cerca del problema que hay que resolver). Pero nos hemos limitado a aplicarlo en la esfera político-administrativa (a la hora de ordenar las competencias entre instituciones europeas, nacionales, regionales y locales), mientras que a nivel financiero y económico se aplica cada vez más la anti-subsidiariedad. En efecto, las finanzas se han ido concentrando alrededor de Frankfurt, vaciando de poder a los bancos centrales nacionales, y las directivas europeas sobre la dimensión óptima de los bancos comerciales está produciendo grupos bancarios cada vez más grandes y alejados del territorio. Mientras que la Europa política avanza de arriba abajo, la Europa de las finanzas se mueve en dirección contraria, alejando las decisiones de las personas y de los territorios. En este contexto se comprende mejor la gravedad del Decreto del Gobierno de Renzi que de hecho ha transformado los bancos populares (bienes públicos y herencia antigua del humanismo comunitario italiano) en sociedades por acciones, en sociedades anónimas, transformando bienes comunes en bienes privados de unos pocos.

Europa podrá hacer realidad el gran sueño de sus padres si es capaz de ampliar el radio de acción del principio de subsidiariedad a todos los ámbitos. Hoy no es sólo urgente acercar las instituciones financieras y económicas a los territorios, sino que es también indispensable recordar que la economía es la penúltima palabra, pero no la última: no son las razones de la política (Bien común) las que deben estar al servicio de la economía (bienes privados), sino al revés. Detrás del grito de los países mediterráneos en crisis debemos saber escuchar también la demanda de identidad, de biodiversidad y de historia.

Aprendamos a escuchar el grito de los pobres: en él se esconde siempre un fruto de verdad y de bien común del que Europa no puede ni debe prescindir. 

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Los límites de la Troika

Los límites de la Troika

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Con la piel de los pobres no se juega. No se les puede ayudar con el dinero “arrancado” a su debilidad.

Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n.21 del 10/11/2014

Slotmob 01Estaba en Londres completando mis estudios de economía, cuando la mañana del 8 de mayo de 1998 me llamó por teléfono a casa Chiara Lubich. A pesar de pertenecer a su Movimiento desde que tenía 15 años (es la gran aventura de mi vida), nunca había hablado personalmente con ella. Todavía recuerdo la emoción y la sorpresa, pero sobre todo recuerdo bien sus palabras: “¿Quieres ayudarme a dar dignidad científica a la Economía de Comunión?”. Después añadió que al regresar a Brasil siete años después de haber lanzado la EdC, había entendido que si junto a los empresarios no se desarrollaba también un pensamiento económico, la EdC no despegaría. Contesté que sí, viajé de Londres a Roma y empecé a colaborar con ella y con muchos otros para contribuir a dar un poco de esa dignidad científica a la vida que había y que hay. Y entendí que la vida tiene la prioridad, pero también el pensamiento y la teoría son vida, y cuando faltan, hacen que la praxis sea pobre y no dure mucho.

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En los diez años que trabajamos juntos, Chiara me repetía muchas veces: “Estudiad, escribid, haced congresos. Todo eso está bien. Pero recuerda que yo hice nacer la EdC para los pobres”. Para los pobres, no primeramente para hacer empresas más éticas ni nuevas teorías económicas.

Este mandato de Chiara ha crecido conmigo y dentro de mí a lo largo de los años. Ha ido madurando, enriqueciéndose y articulándose. Nunca se ha apagado, antes bien, se ha hecho cada vez más luminoso. Sus palabras fueron fecundas y generadoras. Y me/nos han desvelado muchas cosas, todas ellas espléndidas y dolorosas (el dolor tiene luz).

He comprendido que hay muchas pobrezas, no todas ellas deshumanizadoras. Por supuesto, está la pobreza de las favelas que Chiara vio desde el avión al aterrizar en Sao Paulo. Estaba ayer y sigue estando hoy, y no debemos quedarnos tranquilos hasta que deje de existir mañana. Esta es la pobreza-miseria de las periferias sociales de la tierra. Combatir estas formas de miseria sigue siendo una gran prioridad de la EdC. Por eso, en mayo, personas de todo el mundo iremos a África, a pesar del ébola, para decir no a una “cultura de la inmunidad” que asiste pasiva a la muerte de millones de personas cada año y a las guerras del mundo, mientras aísla enteros países africanos porque tal vez una decena de occidentales se ha contagiado (hoy en Sierra Leona la gente muere de hambre porque ha sido aislada por todos).

Junto a la pobreza de las favelas de la tierra hay también antiguas y nuevas pobrezas, sobre todo antiguos y nuevos pobres, a los que la EdC ve de otra manera, amándoles y dejándose amar por ellos, en la reciprocidad. Muchas de estas pobrezas “distintas” están creciendo a nuestro alrededor. El trabajo, sobre todo el trabajo de los jóvenes, es una gran pobreza de nuestro tiempo que no puede dejarnos tranquilos. La depresión se está convirtiendo en la nueva peste del siglo XXI. Los juegos de azar.

El descubrimiento de la gravedad y la urgencia de los problemas causados por los juegos de azar ha ido creciendo dentro de mí poco a poco. Siempre me ha hecho sufrir la impresionante oferta de máquinas tragaperras y “rasca y gana” al entrar en un bar, al comprar el periódico o al parar en un área de servicio. En los últimos he visto crecer cada vez más estos espacios dentro de los bares y a las salas de juegos, feas y oscuras, invadir nuestras ciudades. En mi pequeño pueblo de origen (Roccafluvione) hay máquinas en todos los bares y este último año se ha abierto una sala de juegos y una sala de apuestas.

El cambio se produjo hace dos años, cuando me negué a dar una conferencia en el círculo recreativo de una parroquia, porque al fondo había tragaperras, luminosas y hambrientas como los ídolos. Sentí que había llegado la hora de actuar. Recordé las palabras de Chiara. Decidí empezar una “huelga del café” (no consumir nada en los bares con máquinas tragaperras y decírselo al dueño). Después compartí la idea con un amigo de Cerdeña (Vittorio), compañero de ideales y de oficio, con Carlo, de Ciudad Nueva y después con otros compañeros economistas (Alessandra Smerilli, Leonardo Becchetti) y con un grupo de jóvenes romanos apasionados por el consumo crítico y los mobs éticos (Gabriele y Francesco). Así nació la campaña Slotmob. Decidimos decir no a los juegos de azar diciendo sí a los bares que por razones éticas quitaban las máquinas tragaperras, con un desayuno colectivo, un torneo de futbolín y juegos de gratuidad.

Hice nacer la EdC para los pobres”. También para los pobres que son víctimas del azar, hoy pasto del imperio de los juegos de azar, una auténtica estructura de pecado que ha crecido de forma viral como consecuencia de decisiones políticas intencionadas y explícitas. Hace veinte años las máquinas tragaperras estaban en los casinos y no en los bares. El “rasca y gana” no existía. A alguien en el gobierno se le ocurrió hacer caja aliándose con empresas del juego de azar, aumentando las concesiones e inventando sistemas cada vez más sofisticados y pensados para atrapar a los sujetos más frágiles.

Las personas que entran en una sala negra (sería mejor no ensuciar la palabra “juego” poniéndola al lado del azar) o las mujeres, muchas de ellas ancianas, que esperan a que abra el bar para jugar en la trastienda, en su máquina preferida, son personas que necesitan ayuda. Detrás del tintineo del dinero y de las luces de colores se esconde un desgarrador grito de ayuda, si sabemos escucharlo. Todos sufren, muchos son personas frágiles, muy frágiles. Muchas y muchos están deprimidos, muchos ya tienen problemas con el alcohol y las drogas. No pueden ser abandonados en manos de empresas con ánimo de lucro diseñadas para ganar dinero con su desesperación. En los siglos pasados, las casas de empeño fueron inventadas y después gestionadas por órdenes religiosas. El que empeña la alianza o el traje de novia no debe encontrarse delante a uno que se lucre de su desgracia, sino una mirada amiga, llena de pietas; no a uno que cuanto más te arruinas más gana, cuanto más te pierdes más ganancia encuentra, como ocurre hoy casi siempre en el mundo del “compro oro” y como ocurre casi siempre con los juegos de azar. Las civilizaciones sabias esto lo saben muy bien, pero nuestra Italia lo ha olvidado y lo niega.

Un gobierno, un parlamento y unas instituciones que no hacen nada o terriblemente poco para poner fin a este escándalo, no están de parte de los pobres. Lo mismo que no están de parte de los pobres las organizaciones no lucrativas (el día que supe cuántas eran no pude dormir), que aceptan dinero salido de nuestra gente frágil para curar otras fragilidades. ¡Qué locura más grande! Y menos aún lo son las asociaciones que firman acuerdos con la asociación de empresarios del azar para sostener el juego legal y luchar contra el juego ilegal, aceptando y suscribiendo la idea de que el juego legal es bueno. Espero que sea únicamente ingenuidad.

Ya sabemos que hay mucho dolor en el mundo. Una parte de este dolor se puede eliminar o al menos reducir. Pero hay que hacer más, con la acción y con el pensamiento. Los juegos de azar son una metástasis de una enfermedad profunda de nuestro capitalismo, en particular del capitalismo italiano (Italia es el primer país europeo en juegos de azar y en Alemania y Francia no hay máquinas tragaperras en los bares). Detrás de las grandes empresas de juegos de azar (Lottomatica, Sisal, Snai…) hay empresas que en otro tiempo hacían atlas geográficos y libros para los niños (por desgracia los siguen haciendo). Al perder su misión originaria han pensado lanzarse a un mercado seguro, donde no faltan los beneficios, con la grave complicidad de las instituciones.

En Italia no está sólo el buen capitalismo de la pequeña y mediana empresa y de las empresas (incluso grandes) familiares, que tiene una visión a largo plazo, que ama a su gente y a su territorio. Está también el capitalismo “modelo Lottomatica”, cuyo único objetivo es maximizar beneficios y rentas, al que le gustaría entrar en las escuelas para educar a nuestros hijos en el “juego responsable” y que tal vez lo consiga, vistos los precedentes. Este capitalismo no es la economía que Chiara Lubich soñaba, no es una economía civil sino incivil, que crece y prospera consumiendo a los pobres.

La EdC seguirá su carrera hacia un mundo más fraterno si sigue escuchando el grito de los pobres, de los pobres de las favelas y de los pobres comidos por esa parte de capitalismo equivocado de nuestro país. Oír el grito de los pobres es lo que movió a Chiara e hizo que inventara la EdC. Oír otros gritos de otros pobres (quizá los gritos de los pobres son todos iguales), hoy mueve nuestras acciones de oposición a los juegos de azar y debe mover otras acciones parecidas, porque no podemos dormir tranquilos mientras las estructuras de pecado devoran a nuestros hermanos. “Recuerda que la EdC ha nacido para los pobres”. Recordémoslo juntos.

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Con la piel de los pobres no se juega. No se les puede ayudar con el dinero “arrancado” a su debilidad.

Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n.21 del 10/11/2014

Slotmob 01Estaba en Londres completando mis estudios de economía, cuando la mañana del 8 de mayo de 1998 me llamó por teléfono a casa Chiara Lubich. A pesar de pertenecer a su Movimiento desde que tenía 15 años (es la gran aventura de mi vida), nunca había hablado personalmente con ella. Todavía recuerdo la emoción y la sorpresa, pero sobre todo recuerdo bien sus palabras: “¿Quieres ayudarme a dar dignidad científica a la Economía de Comunión?”. Después añadió que al regresar a Brasil siete años después de haber lanzado la EdC, había entendido que si junto a los empresarios no se desarrollaba también un pensamiento económico, la EdC no despegaría. Contesté que sí, viajé de Londres a Roma y empecé a colaborar con ella y con muchos otros para contribuir a dar un poco de esa dignidad científica a la vida que había y que hay. Y entendí que la vida tiene la prioridad, pero también el pensamiento y la teoría son vida, y cuando faltan, hacen que la praxis sea pobre y no dure mucho.

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La economía incivil de los juegos de azar

La economía incivil de los juegos de azar

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El informe del Instituto de Estadística (ISTAT) muestra una Italia con graves dificultades. Es necesario recuperar la esperanza con una nueva primavera espiritual y ética

por Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n.12/2014 del 25/06/2014

Lavoro ridEl cuadro que dibuja el informa del ISTAT no es feliz, y hace falta mucha esperanza civil (gran virtud para estos tiempos difíciles) para no desanimarse y seguir luchando.

El primer mensaje que lanzan estas cifras se refiere al trabajo y al paro. Estamos en el nivel más alto desde 1977, la época del terrorismo y las brigadas rojas. La tasa media nacional de paro es del 13.6%, pero todavía nos asusta más ver que en los jóvenes llega al 46%, y en el Sur al 60.9%. Hemos dejado de ser capaces de crear trabajo para nuestros jóvenes. Podríamos encontrar más razones para la preocupación atendiendo a los datos de las personas que tienen trabajo y descubriendo que la crisis ha reducido los derechos efectivos de los trabajadores y que muchos se ven obligados a realizar trabajos que no les gustan.

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Cuando las crisis alcanzan niveles como estos, aumenta mucho esa forma de sufrimiento que nace de tener que realizar trabajos que no se corresponden con nuestra ‘vocación’ (ni con nuestros estudios), simplemente para no ‘morir’ y para evitar que nuestros hijos mueran. En el informe del ISTAT no están estos indicadores, pero los conocemos porque lo vemos cada día.

Profundizando un poco en los datos, vemos que la tasa de paro de las mujeres es, por término medio, dos puntos y medio mayor que la de los hombres. A nivel nacional es del 20% y en el Sur supera el 22%. Todos estos datos han empeorado en estos últimos cinco años, de lo que se deduce que esta crisis ha afectado más a las mujeres. Muchas de ellas, que habían intentado conjugar trabajo y familia, han tenido que volver a casa (otro dolor no contabilizado pero muy real). El capítulo demográfico del informe también habla en femenino. En estos últimos cinco años las mujeres italianas (y europeas) tienen menos hijos (1.42 por mujer), los tienen más tarde, y tienen menos en el Sur donde hay menos trabajo. Hay que echar por tierra, de una vez por todas, la idea de que las familias no tienen hijos porque las mujeres trabajan. Donde las mujeres no trabajan queriendo hacerlo, hay menos hijos, menos felicidad y más depresión. Hoy hay 320.000 familias con hijos menos que hace cinco años (2002-2007), y sólo son el 38% del total de familias. El informe estima que en los próximos treinta años el número de ancianos por cada 100 jóvenes se habrá duplicado con respecto a las cifras actuales (pasando de 123 a 278). Son datos demasiado serios como para no darles importancia. ¿Qué se puede hacer? Podemos y debemos aumentar los servicios a las familias jóvenes (también en esto la diferencia entre Norte y Sur es muy grande, demasiado), pero sin una nueva primavera espiritual y ética que vuelva a dar a nuestros jóvenes ganas de vivir y de construir el futuro, será muy difícil invertir esta tendencia hacia un verdadero declive.

En 2013, el 19.4% estaba por debajo del umbral de pobreza (contra el 17% de media en la Europa de 28 países), y las familias con carencias graves pasaron del 6.8% (del 2007) al 12.5, un salto impresionante. Llama mucho la atención que el 18.4% de las familias tenga más de cinco miembros. Pero el sistema político todavía sigue teniendo miedo de la familia. Estamos pidiendo y esperando que el Gobierno amplíe a las familias con una sola renta el bonus de los 80 euros, porque en Italia era demasiado difícil entender que si sólo trabaja uno de los cónyuges con un sueldo de 2.000 euros al mes y 3 hijos pequeños, esa familia tiene más dificultades que una pareja sin hijos donde cada uno gana 1.500 euros (más el bonus). Son cuentas demasiado difíciles si seguimos viendo sólo individuos, sin ver a la familia. La familia sufre, pero no cede y no deja que nos hundamos.

Buenas noticias llegan de la economía social y civil (a la que seguimos llamando equivocadamente ‘sin ánimo de lucro’). En los últimos diez años es el sector más dinámico: un 28% más de empresas y un 39.4% más de trabajadores. Ciertamente este aumento es una respuesta a un mundo con más soledad y fragilidad, pero también es una señal que nos dice que hoy y mañana el cuidado del otro será, con sus viejas y nuevas profesiones, un gran lugar de creación de trabajo.

Otra buena noticia llega de la longevidad. Italia es uno de los países donde un niño al nacer tiene mayor esperanza de vida: 79.6 años para los hombres y 84.4 para las mujeres. Pero las mujeres envejecen cada vez más solas. El 11% de las personas solas (que son 7.5 millones) tiene más de 85 años, y el 62% de las mujeres mayores envejecen solas. No olvidemos que muchas de estas mujeres han gastado los mejores años de su vida cuidando y acompañando a padres, madres, hijos tíos y abuelos.

Para terminar, un dato que debería hacernos reflexionar mucho: 370.000 familias están formadas por dos o más núcleos familiares, y en los últimos cinco años las personas que viven en estas familias pluri-nucleares han aumentado en 438.000 unidades. Se trata de padres que vuelven a acoger a sus hijos después de una separación, un divorcio, una emancipación fracasada, o parientes que, por motivos económicos, se ponen a vivir juntos. En nuestras casas hay más solteros, separados, divorciados, sobre todo con menos de 34 años y sobre todo mujeres. Estos jóvenes que vuelven a casa no son ‘hijos pródigos’ que se han comido los bienes de sus padres; son hijas e hijos, muchas veces frágiles, que no han conseguido crear la familia con la que soñaban. Hoy a lo mejor nuestras familias no organizan una fiesta, como en el Evangelio de Lucas, pero siempre los acogen y vuelven a arreglar las habitaciones y a sacar las camas que habían retirado años atrás. Y vuelven a luchar y a esperar, juntos.

 

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El informe del Instituto de Estadística (ISTAT) muestra una Italia con graves dificultades. Es necesario recuperar la esperanza con una nueva primavera espiritual y ética

por Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n.12/2014 del 25/06/2014

Lavoro ridEl cuadro que dibuja el informa del ISTAT no es feliz, y hace falta mucha esperanza civil (gran virtud para estos tiempos difíciles) para no desanimarse y seguir luchando.

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La dura realidad del paro

La dura realidad del paro

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El indicador del producto interior bruto no es el único signo de bienestar de un país

Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n.10/2014 el 25/05/2014

operai al lavoro 03Si es verdad lo que dicen los medios de comunicación, el principal objetivo de nuestra política económica es que la variación del PIB vuelva a tener signo positivo. Relanzar el crecimiento. Sin embargo, no son muchos los que se hacen esta sencilla pregunta: ¿Estamos seguros de que aumentar el PIB, o crecer, sea siempre y en todo caso algo positivo y deseable? La variación del PIB dice demasiado poco sobre el bienestar, sobre la calidad de vida, sobre la democracia y sobre los derechos y libertades de un país. Siempre ha sido así. Los grandes economistas lo sabían y lo saben. Pero en nuestra sociedad, la capacidad del PIB para “hablar” se ha debilitado todavía más, aunque los debates públicos lo ignoren o finjan no saberlo.

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 En la sociedad de los siglos XIX y XX, donde la economía sobre todo producía mercancías y una gran parte de la humanidad carecía de muchas cosas necesarias para llevar una vida decente, aumentar la producción industrial y en general la renta de las familias era directamente algo bueno; los bienes se transformaban con facilidad en bien-estar.

Pero hoy, en nuestras sociedades de consumo, ¿qué dice del bienestar de las personas el aumento de la producción y del consumo de teléfonos móviles o de sofás? Es mucho más complicado pasar del aumento del consumo de bienes al aumento del bienestar. Lo que el PIB indicaba ayer, hoy cada vez menos, eran al menos los puestos de trabajo. Hoy, con la fuerte mecanización e informatización de la economía, ya no hay garantías de que el aumento del PIB conlleve un aumento del empleo, porque si el PIB aumenta gracias a empresas muy robotizadas que venden en la exportación, el crecimiento económico puede llevar, como lleva, una disminución del trabajo.

Hace doscientos años, los economistas eligieron para las mercancías la palabra “bienes”, tomándola prestada de la filosofía moral. Las mercancías de la economía so buenas, es decir bienes, porque poseerlas aumentaba el bien personal y el bien común. Hoy ese significado moral se ha perdido totalmente y seguimos llamando “bien” al pan, pero también llamamos “bienes” a la pornografía, a las minas antipersona, al juego de azar, con tal de que pasen por el mercado. Hasta tal punto que in Polonia se habla de incluir en el PIB incluso “bienes” que no pasan siquiera por el mercado, como la prostitución y las distintas actividades ilegales.

La industria de los juegos de azar, tan floreciente en Italia (que es la tercera economía mundial en este indecente sector), está en fuerte crecimiento y por lo tanto está contribuyendo a relanzar el PIB, y en esto también puestos de trabajo. Entonces ¿podemos estar contentos con este crecimiento y tal vez incentivarlo con la publicidad, como estamos haciendo cada vez más? En realidad, debemos decir en alta voz que este PIB no es bueno, que es malo, muy malo. Y debemos decir que estos puestos de trabajo no son buenos y que debemos hacer de todo para reducirlos.

Hoy como ayer no todos los puestos de trabajo son buenos. Siempre ha habido trabajos equivocados que la gente hacía y hace para no morir. Pero esto no debe impedirnos distinguir el trigo de la cizaña y después hacer todo lo posible para que aumenten los trabajos decentes y buenos y disminuyan los equivocados.
No debemos olvidar que con la abolición de la esclavitud en Europa y en América hemos perdido miles de puestos de trabajo, pero después de unas décadas hemos creado la revolución industrial y técnica precisamente porque faltó la esclavitud (trabajo a costo cero).

Nuestros abuelos y nuestros padres trabajaron en el Norte de Europa en las minas, y muchos murieron de silicosis para no morir de hambre unos años antes. Pero hemos conseguido, con la fuerza de las ideas y del movimiento de los trabajadores, cerrar estos trabajos e inventar otros mejores. Pero en Italia y en otros países europeos hemos perdido la capacidad de producir buenos y nuevos trabajos, y así están volviendo los malos trabajos que pensábamos que habíamos derrotado para siempre.
Están aumentando los trabajadores en los bingos, en las videoloterías, en las salas de máquinas tragaperras (más de 150.000 contando sólo las oficiales), en la pornografía, en el mundo de la prostitución y los abusos. Está aumentando de nuevo, y mucho, el consumo de tabaco entre los jóvenes (porque hemos dejado la prevención en la escuela) y de alcohol, y el consumo de televisión, tras una caída entre los años noventa y el comienzo del milenio, ha vuelto a aumentar desde hace unos años, volviendo al altísimo nivel de los años ochenta. Todo PIB, todo crecimiento, dicen muchos. Toda tristeza, soledad, y “deshumanización”, dicen otros, pero todavía somos demasiado pocos. La democracia ha sido durante siglos una “destrucción creadora” que ha dado muerte a actividades y trabajos equivocados para que surjan otros nuevos en su lugar.

En esta fase crucial de cambio de Italia y de Europa, hay una enorme necesidad de elevar el nivel de los debates públicos y de volver a poner en el centro la calidad moral de nuestro sistema económico.

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El indicador del producto interior bruto no es el único signo de bienestar de un país

Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n.10/2014 el 25/05/2014

operai al lavoro 03Si es verdad lo que dicen los medios de comunicación, el principal objetivo de nuestra política económica es que la variación del PIB vuelva a tener signo positivo. Relanzar el crecimiento. Sin embargo, no son muchos los que se hacen esta sencilla pregunta: ¿Estamos seguros de que aumentar el PIB, o crecer, sea siempre y en todo caso algo positivo y deseable? La variación del PIB dice demasiado poco sobre el bienestar, sobre la calidad de vida, sobre la democracia y sobre los derechos y libertades de un país. Siempre ha sido así. Los grandes economistas lo sabían y lo saben. Pero en nuestra sociedad, la capacidad del PIB para “hablar” se ha debilitado todavía más, aunque los debates públicos lo ignoren o finjan no saberlo.

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PIB y calidad de vida

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por Luigino Bruni

publicado en Città Nuova.it  el 8/12/2013

Borsa Tokio ridUn mercado excluyente reniega de su vocación ética y de su historia. Reivindicar la inclusión y la comunión es una gran operación de caridad civil en provecho de todos.

El Papa Francisco da en la diana cuando estigmatiza nuestra economía como una economía de la exclusión. Efectivamente hay una fuerte tendencia a transformar los bienes comunes en bienes de club. La diferencia entre ambos está precisamente en la exclusión.

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Los bienes comunes, desde la tierra hasta el agua, son tales precisamente porque nadie puede quedar excluido de ellos. Son bienes de todos. Por el contrario, la cultura de la privatización, cada vez más extendida, le quita a la gente los bienes comunes y el bien común, sobre todo a los pobres, que deberían disponer al menos de los bienes comunes, ya que no consiguen tener bienes privados como renta y consumo.

Una cultura de la exclusión que se extiende también al gran tema del trabajo. Si el trabajo no es más que un costo de producción, un capital o un factor de producción, puede ser sustituido por cualquier máquina o algoritmo que cueste menos. La perfecta intercambiabilidad entre el trabajo y el capital es uno de los grandes males de nuestro tiempo.

Hay que señalar además que la exclusión de los pobres no forma parte de la fisiología del mercado, sino que es una grave enfermedad suya. No hay que olvidar que la economía de mercado fue pensada e inventada por la escuela de Francisco (de Asís) en la Edad Media y adquirió su legitimidad ética precisamente por su capacidad de incluir a los excluidos. Como dice el Papa en el número 54, el «derrame» (la idea liberal de que cuando sube la marea todas las barcas se elevan, también las más pequeñas, o sea que la riqueza de los ricos beneficia también a los pobres) no es el principal efecto positivo de la existencia de una economía de mercado, sino la inclusión productiva. Pensemos en lo que supusieron el siglo pasado las fábricas en Italia y en toda Europa: millones de campesinos, muchos de ellos siervos de la gleba sin derechos y sin salario entraban en las fábricas, se organizaban en sindicatos y así nacían los derechos. Cuando nuestros abuelos recibieron un buzo y una nómina, con aquel buzo y aquella nómina comenzaba una nueva fase de la civilización, de su dignidad y de la de su familia.

El más alto grado de esta inclusión productiva se dio en el movimiento cooperativo, que fue y sigue siendo en muchas partes del mundo un gran movimiento civil y democrático, precisamente porque el mercado y las empresas eran lugares de inclusión, sobre todo de los pobres. La misma inclusión productiva que hoy produce el microcrédito y toda la economía justa e inclusiva. Por eso, al lado del “no” a la economía de la exclusión, hoy es necesario decir “sí” a la economía de la inclusión, a la economía civil y social, a una economía de comunión (CV, 46). Un mercado excluyente reniega de su vocación ética y de su historia. Reivindicar la inclusión y la comunión es una gran operación de caridad civil en provecho de todos.

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por Luigino Bruni

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La economía de la exclusión

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Un estudioso que cita a Dante y revoluciona el pensamiento dominante. Entrevista exclusiva con el premio Nobel.

por Luigino Bruni

Publicado en Città Nuova n.3/2013 el 10/02/2012

Sen_YunusPara comprender quién es Amartya Sen un buen punto de partida son las últimas palabras de su libro de 2010, La idea de justicia: “La filosofía se puede ejercer con resultados de extraordinario interés sobre una variedad de cuestiones que nada tienen que ver con las miserias, las injusticias y la falta de libertad que afligen a la vida humana.

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Pero la filosofía también puede contribuir a dar mayor relevancia a las reflexiones sobre los valores y las prioridades, y también sobre privaciones, vejaciones y las humillaciones que en todo el mundo afectan a los seres humanos”. Sen está sobre todo a favor del segundo ejercicio de la filosoía y la economía y cualquiera que hoy quiera hacer lo mismo, debe conocer el magisterio de Sen sobre este y otros temas.

A los 80 años, Sen es uno de los intelectuales globales más influyentes en circulación, además de ser un gran economista (Nobel en 1998), porque va más allá de la ciencia económica. Con su vida y su obra encarna una frase que muchos de esta ciencia comparten: “Un economista que es sólo economista es un mal economista”. 

Sus aportes como estudioso han sido relevantes en los temas clásicos de la economía y también de la filosofía política, respondiendo mejor a algunas de las preguntas de siempre sobre pobreza, desigualdad, opciones colectivas.

Ha cambiado las preguntas de la ciencia económica e incluyó temas de los que también la economía debe ocuparse: los derechos, la libertad y, por lo tanto, las conocidas capabilities (en inglés, la real capacidad de hacer y ser). Partiendo de estos temas, Sen se ha ocupado del well-being (en inglés, bien-estar), una de sus palabras clave y un concepto que ha querido distinguir de happiness (en inglés, felicidad).

Para Sen, el well-being se mide sobre la base de lo que una persona hace y no de lo que siente (happiness): es decir, es un tema de libertad, de derechos, capacidad y funcionamientos. Para comprender su vasta obra hay que acercarla a la de clásicos como Adam Smith, J. S. Mill, Karl Marx, J.M. Keynes; economistas que centraron sus reflexiones en los temas del desarrollo, la riqueza de las naciones y la pública felicidad. Por lo tanto, en el gran tema de la distribución de los ingresos, de la pobreza y de la riqueza, la desigualdad y la equidad.

El debate sobre la happiness es rico y tiene al menos 40 años. Sen comenzó a ocuparse del well-being a comienzos de los ochenta, el período en que comenzaron las investigaciones sobre la "economía de la felicidad". Se estudiaba la felicidad de las personas con la idea de poder medir la felicidad subjetiva a través de cuestionarios. La principal pregunta en los formularios era la siguiente: “Piensa en la peor situación en la que podrías encontrarte y dale cero puntos; luego piensa en la mejor situación en absoluto y dale diez puntos. Luego, evalúa tu situación presente con un voto entre uno y diez”. Según tales estudios estos números pueden ser confrontados también entre personas diversas y en diferentes países. A partir de esta tesis, que es de peso, se llegó a demostrar que el ingreso per cápita y el PBI (Producto Bruto Interno) cuenta poco, o seguramente menos de lo que los economistas piensan, en la felicidad de las personas. Por lo tanto, Sen tiene su modo de acercarse al tema de la felicidad.

–Profesor Sen, usted mantiene una postura original con respecto a los estudios sobre la felicidad. En general parece ser muy crítico acerca de cómo los economistas y los sociólogos miden hoy la felicidad. ¿Es así?

«Sí y no. Si por happiness entendemos lo que el pensamiento utilitarista de J. Bentham evidenciaba con esta expresión, no puedo más que objetar, como lo afirma toda mi crítica al utilitarismo de estos decenios. Pero tenemos que ponernos de acuerdo sobre qué entendemos por happiness y qué lugar ocupa en la vida de las personas».

–¿Y cómo cambia?

«No hay dudas de que la felicidad es algo grande para lograr. Pero no es el único motivo por el cual se le atribuye valor. El problema surge cuando construimos una teoría ética, como hacen los utilitaristas (en especial Bentham), basada sólo sobre la felicidad, medida como diferencia entre los placeres y las penas. Es ésta una perspectiva que en estos últimos años ha tenido un gran revival. Esta visión restringida del bienestar basado en la felicidad (happiness) es muy problemática y peligrosa cuando la usamos para confrontar diversas condiciones de privaciones y miseria de las personas. En efecto, las evaluaciones de la propia felicidad están sujetas a efectos de adaptación, porque las personas se adaptan a situaciones también muy desfavorables, con tal de sobrevivir. Pero la capacidad de adaptación de las personas puede llevar a sacar conclusiones equivocadas, también en el plano de políticas sociales y económicas».

 

Este tema, conocido como el del “esclavo feliz”, es una de las constantes en el pensamiento de Amartya Sen sobre la felicidad. Habría que ponerle un marco y colgarlo en las sedes de toda institución y organización que se ocupa del desarrollo humano o de lucha contra la indigencia. Así escribe en 1993 este economista nacido en Bengala: «Consideremos a una persona con muchas desventajas, pobre, explotada, abusada laboralmente y que esté enferma, pero uyas condiciones sociales han hecho que se sienta muy satisfecha de su suerte (por medio de la religión, la propaganda política o la cultura dominante). ¿Podemos creer que le va bien porque está feliz y satisfecha?».

Me parece una crítica muy importante y digna de ser compartida. La coautora de Sen, la filósofa Martha Nussbaum, dice que existen “buenas penas” y “malos placeres”, como los buenos sufrimientos relacionados con las luchas por la conquista de derechos para sí y para los demás, o los malos placeres de quienes abusan de otras personas. Por lo tanto, el simple criterio de maximizar los placeres y minimizar las penas no dice nada, o demasiado poco, acerca de la calidad de vida de una persona, una comunidad o una sociedad.

–El trabajo con otros economistas (Stiglitz y Fitoussi) para detectar nuevos indicadores de bienestar que superen el PBI, ¿se basa en la imposibilidad de confiar sólo en la medición de la felicidad subjetiva?

«Sí. De hecho, tengo muchas dudas de que la felicidad individual sea un buen indicador del bienestar de las personas. Como mencioné, la métrica utilitaria basada exclusivamente en la felicidad puede ser muy injusta en relación con los que sufren privaciones de manera sistemática. Por ejemplo, los que ocupan los últimos lugares en nuestras sociedades estratificadas, minorías oprimidas en comunidades intolerantes, es decir, los desocupados y trabajadores precarios que viven en un mundo con muchas incertidumbres, trabajadores explotados en contextos industriales, amas de casa sometidas en culturas sexistas. Por cierto, gracias a su capacidad de adaptarse a las condiciones de vida logran sobrevivir, pero estas adaptaciones distorsionan las evaluaciones subjetivas de la felicidad de estas personas. En la evaluación de las condiciones de vida y de bienestar de los más pobres de la sociedad, los indicadores de felicidad nos dicen mucho menos que otros indicadores acerca de las condiciones objetivas de privación y de falta de libertad. Seres reconciliados y contentos con sus propias desventajas es algo muy diferente de no tener esas desventajas».

–Para usted, profesor Sen, en la línea de Aristóteles y los clásicos de la ética de las virtudes, la "vida buena" se mide por lo que las personas "hacen y pueden hacer" y no por lo que "sienten". Se puede decir que las modernas democracias necesitan varios indicadores de bienestar (incluído el PBI), porque cualquier reducción a un solo indicador, incluido el de la felicidad, pone en peligro la democracia y la libertad.

«Sí. Creo que también los indicadores basados en la felicidad son problemáticos, porque hacen que se cometan errores graves en perjuicio de las personas más desfavorecidas en la sociedad. En mi último libro, La idea de justicia, dije: “No es necesario ser Gandhi (o Martin Luther King, Nelson Mandela o Aung San Suu Kyi) para comprender que los objetivos y las prioridades de una persona bien pueden ir más allá de los estrechos confines del bien-estar y de la felicidad individual”».

–Me gustaría concluir con una frase de la Divina Comedia citada por usted: “Oh, humanos que nacisteis a altos vuelos, ¿cómo un poco de viento los echa a tierra? (Purgatorio, XII).

«En efecto, la pregunta de Dante es muy importante. Es grande el contraste entre los grandes logros que los seres humanos pueden alcanzar y las existencias tan pobres y limitadas que muchas mujeres y hombres terminan por vivir. La potencialidad de los seres humanos –de llevar una vida buena, de estar contentos y felices, de ser libres– es mucho mayor de lo que logramos concretar.».

Si la tarea del economista, al menos de gente como Sen, fuera la de estudiar para contribuir a la reducción de los obstáculos objetivos y subjetivos que nos impiden desplegar nuestras potencialidades, entonces ser economistas sería un buen oficio.

 

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Un estudioso que cita a Dante y revoluciona el pensamiento dominante. Entrevista exclusiva con el premio Nobel.

por Luigino Bruni

Publicado en Città Nuova n.3/2013 el 10/02/2012

Sen_YunusPara comprender quién es Amartya Sen un buen punto de partida son las últimas palabras de su libro de 2010, La idea de justicia: “La filosofía se puede ejercer con resultados de extraordinario interés sobre una variedad de cuestiones que nada tienen que ver con las miserias, las injusticias y la falta de libertad que afligen a la vida humana.

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Amartya Sen: “Cambiemos la economía”

Amartya Sen: “Cambiemos la economía”

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Entrevista con el economista Luigino Bruni sobre los juego de azar y las apuestas.  La propuesta: intervenir en todos los frentes, partiendo de la gente, para ayudar a las personas más frágiles

por Paolo Maina

publicado en Cittanuova.it el 17/05/2012

Slot_machinePocas ganancias, pero pregonadas a los cuatro vientos, y muchas pérdidas, siempre ocultadas. La fiebre del juego crece en Italia y las instituciones no hacen nada por remediarlo. Entonces ¿cómo se puede ayudar a quien no puede dejar de tentar a la suerte? Durante la manifestación internacional “Juntos por Europa”, en un congreso sobre la economía y el don, el profesor Luigino Bruni volvió a lanzar una propuesta que ya había formulado en otras ocasiones, sobre la necesidad de prohibir la publicidad de los juegos de azar y de revisar los criterios de expedición de licencias y concesiones en materia de juegos y apuestas.

Hemos querido profundizar en el tema.

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Profesor Bruni:  ¿Por qué un economista pone el acento en este tema?

«Existen vínculos evidentes, para quien los quiera ver, entre las apuestas deportivas, el negocio de las  maquinas de juego, cierta especulación financiera, los horóscopos y magos, los juegos de azar online y los "inocuos" raspa-y-gana. El primer factor que une a estos fenómenos sólo aparentemente distantes se llama dependencia: cuando hay una dependencia sabemos que existe un problema ético enorme, puesto que si se deja la gestión de estos ámbitos al solo mercado, el resultado es la explotación de los más débiles y frágiles por el lucro, con gravísimas consecuencias individuales, familiares y sociales. La adrenalina que experimentan los jugadores de máquinas al oír el tintineo de la cascada de monedas, es muy similar a la que experimentan los especuladores cuando  juegan con el cambio de divisas o con el precio de las materias primas».

Y, como ocurre en todas las cosas, hay un efecto dominó que afecta a otras realidades…

«La proliferación de los juegos de azar es un verdadero escándalo y, desde muchos puntos de vista, una plaga mucho más invasiva y grave de lo que habitualmente pensamos, cuyas raíces son profundas y serias. Estamos asistiendo pasivamente a un crecimiento masivo de una auténtica "cultura" de las apuestas y de la suerte. Pensemos, por ejemplo, en el caso de las apuestas futbolísticas, tan actual como recurrente. Hay una visión mercantil que está trasformando el fútbol de "bien relacional" (encuentro no comercial) en bien de mercado altamente especulativo. Gracias sobre todo a la dictadura sin oposición de las televisoras comerciales, que hoy dominan el futbol profesional, determinando su vida y su muerte, la dimensión de la gratuidad, que debería en cambio constituir su esencia, ya ha desaparecido del juego».

¿Qué podemos hacer?

«Sobre todo es necesario actuar "a todos los niveles". Un primer nivel es el político: ¿cómo es posible, por ejemplo, que no  se extienda a los juegos de azar (poker tv, apuestas online...) la prohibición de hacer publicidad que está vigente para el tabaco? Las dependencias son similares, incluso los efectos de estas nuevas dependencias tal vez sean más graves».

Pero ¿el prohibicionismo será suficiente?

«Pienso que no. Tenemos ejemplos históricos que nos enseñan que después se abren paso fenómenos clandestinos que favorecen la delincuencia organizada. Es necesario pensar también en actuar desde abajo, desde la sociedad civil y los ciudadanos. Por ejemplo, una especie de "objeción de conciencia" de muchos campeones, rechazando su participación en determinada publicidad.  Está luego la dimensión educativa, familiar y escolar. De todo esto hablaré en la Jornada Mundial de la Familia prevista para fines de mayo en Milán. Por ejemplo, debería haber grupos de familias que premien con un sello de calidad ética los locales y bares que renuncian a unos ingresos seguros eliminando las maquinas de juego; ese sello podría atraer a los mismos locales a otros consumidores civilmente responsables».

¿También hay que invertir la escala de valores?

«Mi idea, nuestra idea, es que hay que "premiar a los honestos" al mismo tiempo que se castiga a los deshonestos, algo que es coesencial. El desafío es grande. Occidente comenzó su extraordinaria historia cuando afirmó que la «virtud vence a la fortuna», que la '"eudaimonia" - la vida buena - no depende del destino, sino de nuestras decisiones encaminadas a la virtud, que es la única verdadera respuesta frente a la incertidumbre de la vida. La invasión de la cultura de la fortuna es expresión fuerte de la profunda crisis de la cultura occidental y de un fuerte retorno de la irracionalidad y la  fe en el "hado". Las virtudes públicas, ayer como hoy, nacen sólo de las virtudes privadas, más aún en tiempos de crisis».

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Entrevista con el economista Luigino Bruni sobre los juego de azar y las apuestas.  La propuesta: intervenir en todos los frentes, partiendo de la gente, para ayudar a las personas más frágiles

por Paolo Maina

publicado en Cittanuova.it el 17/05/2012

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Hemos querido profundizar en el tema.

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Dependencias a las que oponerse

Dependencias a las que oponerse

Entrevista con el economista Luigino Bruni sobre los juego de azar y las apuestas.  La propuesta: intervenir en todos los frentes, partiendo de la gente, para ayudar a las personas más frágiles por Paolo Maina publicado en Cittanuova.it el 17/05/2012 Pocas ganancias, pero pregonadas a los ...
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Este año ha estallado la primera gran crisis de la economía globalizada; una etapa del capitalismo ha agotado su capacidad creadora

por Luigino Bruni

publicado en: Città Nuova n.24/2011 del 25/12/2011

Borsa_Francoforte_ridEste año ha estallado la primera gran crisis de la economía globalizada. Esta crisis nos dice que una etapa del capitalismo, la del capitalismo individualista-financiero, ha agotado su capacidad creadora e innovadora y por lo tanto debe evolucionar rápidamente. Las finanzas creativas e innovadoras han permitido al Occidente industrializado (Estados Unidos y Europa) aumentar su nivel de vida a pesar de que en los últimos 20 años su economía real entró en una profunda crisis a causa del legítimo crecimiento de China, Brasil e India.

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Pero la crisis económica de estas últimas décadas hunde sus raíces en una crisis más profunda, occidental, espiritual, social y motivacional. De esta segunda crisis se habla poco, demasiado poco, pero si Europa y Estados Unidos no son capaces de superar la falta de entusiasmo y de hambre de vida que hace tiempo se insinúa en sus personas e instituciones, no habrá medidas económicas o reformas financieras capaces de sacarnos de ahí. A la economía, antes que los gobiernos y las instituciones, la mueven las pasiones y los ideales de los ciudadanos que hay que relanzar hoy en un nuevo humanismo, que responda al nihilismo consumista con nuevos valores capaces de futuro y de felicidad individual y pública. El excesivo endeudamiento privado (EEUU) y público (Europa) no es la causa de la crisis, sino su efecto, puesto que nos hemos endeudado ciertamente por despilfarro, vicios civiles y mala administración, pero también por algo más serio.

En un mundo en el que las relaciones y las comunidades se empobrecen, respondemos a estas nuevas carestías de bienes relacionales consumiendo más cosas y cuando el dinero se acaba o nos lo ofrecen a bajo costo, nos endeudamos. También creamos (en los países del sur de Europa) un estado hipertrófico como respuesta, equivocada, a la necesidad de salvar algo de la comunidad de la que todavía sentimos una cierta nostalgia en el ADN de nuestras culturas meridionales.

Nos espera un  2012 difícil y lleno de retos, porque esta crisis no es de las que pasan pronto. Pero, como ocurre en todas las crisis individuales y colectivas, las épocas difíciles y duras pueden convetirse en un tiempo favorable para echar mano de nuestras energías más profundas y tal vez redescubrirnos mejores.

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Este año ha estallado la primera gran crisis de la economía globalizada; una etapa del capitalismo ha agotado su capacidad creadora

por Luigino Bruni

publicado en: Città Nuova n.24/2011 del 25/12/2011

Borsa_Francoforte_ridEste año ha estallado la primera gran crisis de la economía globalizada. Esta crisis nos dice que una etapa del capitalismo, la del capitalismo individualista-financiero, ha agotado su capacidad creadora e innovadora y por lo tanto debe evolucionar rápidamente. Las finanzas creativas e innovadoras han permitido al Occidente industrializado (Estados Unidos y Europa) aumentar su nivel de vida a pesar de que en los últimos 20 años su economía real entró en una profunda crisis a causa del legítimo crecimiento de China, Brasil e India.

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Una crisis no sólo económica

Una crisis no sólo económica

Este año ha estallado la primera gran crisis de la economía globalizada; una etapa del capitalismo ha agotado su capacidad creadora por Luigino Bruni publicado en: Città Nuova n.24/2011 del 25/12/2011 Este año ha estallado la primera gran crisis de la economía globalizada. Esta crisis nos dice que u...
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Los sacrificios anunciados por Monti exigen una gran responsabilidad cívica. Podemos conseguirlo pero sólo juntos y sin recriminaciones de parte. Comentario de Luigino Bruni

por Maddalena Maltese

publicado en: Cittanuova.it el 5/12/2011

Mario Monti explica las medidas

Mario_Monti_ridEl presidente del gobierno italiano, Mario Monti, presentó ayer las medidas económicas que suponen un recorte superior a los 20.000 millones de euros, que deberían aliviar la situación económica italiana y salvarla del abismo de la quiebra.

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Los medios de comunicación ya han adelantado que habrá duros sacrificios, que han hecho llorar en rueda de prensa a la ministra de trabajo Fornero. Entre las protestas de unos y el aprecio de otros, le hemos pedido un comentario a Luigino Bruni, editorialista nuestro y profesor de economía política de la Universidad Bicocca de Milán.

Profesor Bruni ¿qué valoración hace de estas medidas?

«Me han gustado las decisiones que ha tomado el Consejo de Ministros y comprendo lo complejo que ha resultado elaborar estas medidas. Me ha gustado mucho el estilo con el que se han presentado, así como la gran humanidad de los ministros. Las lágrimas de la ministra de trabajo cuando anunció los sacrificios para las pensiones bajas dan testimonio de un estilo político muy distinto, cercano a la gente y a los problemas reales. También el hecho de llamarse unos ministros a otros por su nombre y tratarse de tú expresa el trabajo de equipo que han realizado juntos. Lo mismo por lo que se refiere a la decisión de reunirse con los agentes sociales. La rapidez y la firmeza con la que se ha actuado también son dignas de aprecio».

Pero vayamos al detalle de cada una de las medidas …

«Una nota negativa ha sido la decisión de aumentar el IVA, que es un impuesto injusto que grava el consumo de la clase media, que seguirá empobreciéndose y consumiendo menos, con el consiguiente riesgo de recesión. Pero es cierto que produce ingresos inmediatos. En cambio me ha gustado mucho la imposición sobre el patrimonio y la valentía para extender esta imposición a los títulos financieros y no solo a los bienes, las casas y los barcos. También es significativa la decisión de disminuir el IRPF, el impuesto sobre el trabajo, para permitir una recuperación seria. Las liberalizaciones serán importantes. En resumen, el conjunto de medidas confirma la visión de Monti que es básicamente un liberal, atento al mercado y a la competencia, alineado con la política de Europa. El largo plazo juzgará si sus decisiones han sido correctas».

La familia sigue siendo la gran olvidada…

«En este ámbito se ha seguido la misma línea del gobierno anterior: la familia sigue estando poco presente, si bien es cierto que Monti se ha comprometido personalmente a trabajar más y mejor y no se ha dado marcha atrás en las medidas ya aprobadas. Estamos al borde del precipicio y había que elegir las prioridades. Lo primero han sido los mercados. Los 20.000 millones que se intentarán recuperar en un año servirán de algún modo como señal positiva para disminuir la prima de riesgo que hace que paguemos intereses muy altos por nuestra deuda pública. El tema de la equidad me parece que ha estado muy presente en los distintos aspectos de la decisión. No se han anunciado cosas que después no se pueden llevar a la práctica».

Junto a las muestras de aprecio ha habido también protestas …

«Sería un error pensar que estas medidas sólo son del gobierno. Son de todos los ciudadanos, son de Italia entera. Este difícil momento exige una evolución de nuestra cultura, que debe pasar del lloriqueo y del particularismo a la responsabilidad, No se puede delegar todo en manos de quienes gobiernan, es necesario el apoyo de todos los partidos políticos y de los ciudadanos, porque si cada uno no siente como propias estas medidas no responderá de forma compacta a los sacrificios y buscará nuevas vías de evasión. Debemos volver a adquirir un espíritu más comunitario».

Desde el punto de vista europeo, ¿estas decisiones salvarán también el euro?

«Esta semana sera importante para la moneda única, pero el euro no se debilita ni se fortalece en una semana. Seguramente estas decisiones podrán invertir la tendencia negativa, pero Europa es mucho más fuerte de lo que se dice. Pero todos estamos llamados a tomar opciones más sostenibles, más sobrias y esto favorecerá un fortalecimiento general de toda la política europea».

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Los sacrificios anunciados por Monti exigen una gran responsabilidad cívica. Podemos conseguirlo pero sólo juntos y sin recriminaciones de parte. Comentario de Luigino Bruni

por Maddalena Maltese

publicado en: Cittanuova.it el 5/12/2011

Mario Monti explica las medidas

Mario_Monti_ridEl presidente del gobierno italiano, Mario Monti, presentó ayer las medidas económicas que suponen un recorte superior a los 20.000 millones de euros, que deberían aliviar la situación económica italiana y salvarla del abismo de la quiebra.

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Medidas para toda Italia

Medidas para toda Italia

Los sacrificios anunciados por Monti exigen una gran responsabilidad cívica. Podemos conseguirlo pero sólo juntos y sin recriminaciones de parte. Comentario de Luigino Bruni por Maddalena Maltese publicado en: Cittanuova.it el 5/12/2011 Mario Monti explica las medidas El presidente del gobierno ital...
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Las medidas económicas aprobadas están encaminadas a reducir el déficit y a alcanzar cuanto antes el equilibrio en las cuentas públicas.

por Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n.19/2011, 10/10/2011

Euro_ridLas medidas económicas aprobadas están encaminadas a reducir el déficit y a alcanzar cuanto antes el equilibrio en las cuentas públicas. Si queremos que la diferencia entre ingresos y gastos públicos sea cero (o positiva, teniendo en cuenta que tenemos que recuperarnos de una increíble deuda pública), podemos intervenir en los ingresos, en los gastos o en ambos conceptos. Supongamos que gastamos 120 e ingresamos 100; si queremos que las cuentas estén equilibradas podemos reducir los gastos en 20 o aumentar los ingresos en 20 (o tal vez -10 y +10).

Pero, a diferencia de lo que ocurre con la aritmética, recortar los gastos públicos o aumentar los impuestos no son decisiones para nada indiferentes desde el punto de vista de la justicia social. Si recortar gastos significa reducir las ineficiencias y el despilfarro de nuestra burocracia, bienvenido sea el recorte, porque eso es urgente y ético.

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Si por el contrario se recortan servicios y bienes públicos, entonces reducir el gasto público significa reducir la justicia en un país, porque se penaliza sobre todo a los más pobres. Cuando las familias tienen que empezar a pagar por la sanidad primaria o cuando en Milán sube el billete del metro de 1 euro a 1,50, quien paga estos recortes es la clase media-baja que utiliza la sanidad y el transporte público. Por otro lado, reducir la financiación de las entidades locales para asistencia y cuidado de personas, significa un duro golpe para esas realidades que se ocupan, con pocos medios, de los más frágiles y vulnerables. La riqueza y la pobreza de una persona no se mide sólo con la renta per capita, sino también con los bienes públicos de que disfruta.

En cambio, aumentar los ingresos podría hacer que los más ricos contribuyan más, no tanto mediante impuestos a los empresarios o a la creación de trabajo, sino sobre todo combatiendo los paraísos fiscales y las sociedades interpuestas (junto con los evasores), creando cuanto antes una “Tobin Tax” sobre las transacciones financieras y tal vez también otra patrimonial. Si, por el contrario, para aumentar los ingresos se aumenta el IVA, siguen sufriendo más las familias y los pobres. Los impuestos y el estado social son asuntos muy serios, son los pilares sobre los que se apoya el pacto social que mantiene unido a un pueblo y hay que manejarlos con sumo cuidado, sobre todo en tiempos de crisis.

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Las medidas económicas aprobadas están encaminadas a reducir el déficit y a alcanzar cuanto antes el equilibrio en las cuentas públicas.

por Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n.19/2011, 10/10/2011

Euro_ridLas medidas económicas aprobadas están encaminadas a reducir el déficit y a alcanzar cuanto antes el equilibrio en las cuentas públicas. Si queremos que la diferencia entre ingresos y gastos públicos sea cero (o positiva, teniendo en cuenta que tenemos que recuperarnos de una increíble deuda pública), podemos intervenir en los ingresos, en los gastos o en ambos conceptos. Supongamos que gastamos 120 e ingresamos 100; si queremos que las cuentas estén equilibradas podemos reducir los gastos en 20 o aumentar los ingresos en 20 (o tal vez -10 y +10).

Pero, a diferencia de lo que ocurre con la aritmética, recortar los gastos públicos o aumentar los impuestos no son decisiones para nada indiferentes desde el punto de vista de la justicia social. Si recortar gastos significa reducir las ineficiencias y el despilfarro de nuestra burocracia, bienvenido sea el recorte, porque eso es urgente y ético.

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Es de justicia aumentar los ingresos

Es de justicia aumentar los ingresos

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Detrás de los problemas financieros mundiales, hay que redefinir la democracia y el capitalismo.

por Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n. 18/2011 el 25/9/2011

Giochi_in_borsa_ridDetrás de las crisis a veces se esconden cosas importantes, muchas de ellas invisibles a los ojos de quienes no saben ver más allá de las apariencias. Esta crisis económica, política y social esconde retos de gran relevancia para el futuro de Italia, de Europa y del capitalismo. 

Lo que está en juego, por debajo de los altibajos de las bolsas, es, antes que nada, el significado y el papel de la democracia en la era de la globalización. Esta crisis es, en efecto, es el primer infarto de la era de la globalización. Los mercados llevan un par de décadas razonando y moviéndose a escala mundial, con una geografía y unos tiempos diferentes a los de la democracia y la política.

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El escenario de la nueva economía financiera es el planeta y sus tiempos se miden en nanosegundos, mientras que el horizonte de la democracia son los estados-nación y sus tiempos son los de la política y la burocracia. La lógica de los gobiernos estatales sigue dependiendo de los partidos que compiten entre ellos con el fin de obtener el consenso a través del voto.

Esta crisis suscita una fuerte demanda de cambios, no sólo en la economía y las finanzas, sino también en la forma de ejercer la democracia, que debería actualizarse, entre otras cosas, para que los gobiernos de los países se emancipen de la intimidación de los distintos lobbies y estén en condiciones de tomar decisiones por el bien común, incluso más allá del consenso electoral inmediato.

Así pues, este desafío esconde la urgente necesidad de una nueva política y de una nueva etapa de la democracia que estén a la altura de los tiempos. Una nueva etapa que todavía no se ve aparecer, pero que probablemente traerá nuevas formas de democracia directa en los territorios (de los últimos referendums también deberíamos aprender algo) y una fuerte presencia de los nuevos instrumentos que ofrece la Red, que podrían garantizar tiempos más rápidos, nuevas formas de agregación política y sobre todo un nuevo protagonismo de los jóvenes y de sus lenguajes. La primavera árabe nos ha enseñado cosas muy importantes, como la complementariedad virtuosa entre la web y la plaza pública, entre las redes virtuales y las redes de compromiso político, entre el grito lanzado en un blog y el de un joven que muere en la calle. La democracia que salga de estas crisis deberá basarse en una fuerte complementariedad entre instrumentos tradicionales y nuevos de participación, con un papel decisivo de la Red.

El segundo desafío, profundamente relacionado con el primero, se refiere a la gran cuestión del sistema económico capitalista. La economía de mercado ha sido un extraordinario invento del humanismo civil y cristiano, que ha dado resultados increíbles para la calidad de vida de millones de personas, para los derechos humanos y para la democracia. En las últimas décadas esa economía centrada en los mercados reales (intercambios de bienes y servicios) y en las personas (empresarios, trabajadores, banqueros) ha sido progresivamente superada por las finanzas especulativas, ávidas e impersonales. Este capitalismo ultrafinanciero es demasiado frágil y voraz y ya no es capaz de cumplir las promesas de desarrollo y libertad que estaban en la base de la primera etapa de la economía de mercado.

Debajo de esta crisis se esconde la necesidad de relanzar un fuerte debate a todos los niveles, para hacer realidad una nueva etapa post-capitalista de la economía de mercado. No puedo dejar de ver en la Economía de Comunión, en red con muchas otras experiencias de economía solidaria y civil, una pequeña semilla de esta “novedad” que nacerá de estos dolores de parto. Pero esa novedad necesita sobre todo de “ciudadanos nuevos”. Esta etapa de la economía que estamos viviendo cada vez depende menos de las grandes decisiones de los gobiernos y más de las pequeñas decisiones de millones de ciudadanos. Si estos ciudadanos o al menos una minoría profética de ellos, son capaces de llevar un estilo de vida sobrio, de “votar con la cartera” premiando a las empresas civilmente innovadoras y responsables, de protestar juntos y con fuerza para pedir cambios a las instituciones y a las empresas, de no esperar a que sean otros quienes tomen las decisiones importantes, entonces esta crisis podrá ser la aurora de una era mejor que la que ahora está llegando a su ocaso.

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Bolsas y mercados: urgen ideas positivas

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