Bolsas y mercados: urgen ideas positivas

Bolsas y mercados: urgen ideas positivas

Detrás de los problemas financieros mundiales, hay que redefinir la democracia y el capitalismo.

por Luigino Bruni

publicado en Città Nuova n. 18/2011 el 25/9/2011

Giochi_in_borsa_ridDetrás de las crisis a veces se esconden cosas importantes, muchas de ellas invisibles a los ojos de quienes no saben ver más allá de las apariencias. Esta crisis económica, política y social esconde retos de gran relevancia para el futuro de Italia, de Europa y del capitalismo. 

Lo que está en juego, por debajo de los altibajos de las bolsas, es, antes que nada, el significado y el papel de la democracia en la era de la globalización. Esta crisis es, en efecto, es el primer infarto de la era de la globalización. Los mercados llevan un par de décadas razonando y moviéndose a escala mundial, con una geografía y unos tiempos diferentes a los de la democracia y la política.

El escenario de la nueva economía financiera es el planeta y sus tiempos se miden en nanosegundos, mientras que el horizonte de la democracia son los estados-nación y sus tiempos son los de la política y la burocracia. La lógica de los gobiernos estatales sigue dependiendo de los partidos que compiten entre ellos con el fin de obtener el consenso a través del voto.

Esta crisis suscita una fuerte demanda de cambios, no sólo en la economía y las finanzas, sino también en la forma de ejercer la democracia, que debería actualizarse, entre otras cosas, para que los gobiernos de los países se emancipen de la intimidación de los distintos lobbies y estén en condiciones de tomar decisiones por el bien común, incluso más allá del consenso electoral inmediato.

Así pues, este desafío esconde la urgente necesidad de una nueva política y de una nueva etapa de la democracia que estén a la altura de los tiempos. Una nueva etapa que todavía no se ve aparecer, pero que probablemente traerá nuevas formas de democracia directa en los territorios (de los últimos referendums también deberíamos aprender algo) y una fuerte presencia de los nuevos instrumentos que ofrece la Red, que podrían garantizar tiempos más rápidos, nuevas formas de agregación política y sobre todo un nuevo protagonismo de los jóvenes y de sus lenguajes. La primavera árabe nos ha enseñado cosas muy importantes, como la complementariedad virtuosa entre la web y la plaza pública, entre las redes virtuales y las redes de compromiso político, entre el grito lanzado en un blog y el de un joven que muere en la calle. La democracia que salga de estas crisis deberá basarse en una fuerte complementariedad entre instrumentos tradicionales y nuevos de participación, con un papel decisivo de la Red.

El segundo desafío, profundamente relacionado con el primero, se refiere a la gran cuestión del sistema económico capitalista. La economía de mercado ha sido un extraordinario invento del humanismo civil y cristiano, que ha dado resultados increíbles para la calidad de vida de millones de personas, para los derechos humanos y para la democracia. En las últimas décadas esa economía centrada en los mercados reales (intercambios de bienes y servicios) y en las personas (empresarios, trabajadores, banqueros) ha sido progresivamente superada por las finanzas especulativas, ávidas e impersonales. Este capitalismo ultrafinanciero es demasiado frágil y voraz y ya no es capaz de cumplir las promesas de desarrollo y libertad que estaban en la base de la primera etapa de la economía de mercado.

Debajo de esta crisis se esconde la necesidad de relanzar un fuerte debate a todos los niveles, para hacer realidad una nueva etapa post-capitalista de la economía de mercado. No puedo dejar de ver en la Economía de Comunión, en red con muchas otras experiencias de economía solidaria y civil, una pequeña semilla de esta “novedad” que nacerá de estos dolores de parto. Pero esa novedad necesita sobre todo de “ciudadanos nuevos”. Esta etapa de la economía que estamos viviendo cada vez depende menos de las grandes decisiones de los gobiernos y más de las pequeñas decisiones de millones de ciudadanos. Si estos ciudadanos o al menos una minoría profética de ellos, son capaces de llevar un estilo de vida sobrio, de “votar con la cartera” premiando a las empresas civilmente innovadoras y responsables, de protestar juntos y con fuerza para pedir cambios a las instituciones y a las empresas, de no esperar a que sean otros quienes tomen las decisiones importantes, entonces esta crisis podrá ser la aurora de una era mejor que la que ahora está llegando a su ocaso.


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