stdClass Object
(
[id] => 17022
[title] => Palabras para el tiempo de todos
[alias] => palabras-para-el-tiempo-de-todos
[introtext] => A la escucha de la vida/29 - El profeta es maestro de luz porque conoce la noche
de Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 08/01/2017
«La marea humana, rompiendo a los pies de la torre golpeada sin cesar por su miseria, sigue repitiendo una pregunta: «¿Shomer ma-millailah? - Cuánto falta para el día». El tono del oráculo desconcierta por su inaudita cortesía: «Si os place preguntar, volved…». Saber no importa. Lo que importa y da vida es no perder el angelical temblor, la necesidad, el deseo de saber cuándo acabará o qué significa la noche. La peor desgracia sería que nadie viniera ni preguntara.»
Guido Ceronetti, El libro del profeta Isaías
Ninguna otra época como la nuestra ha conocido semejante producción y multiplicación de palabras. Las culturas antiguas, agrícolas y analfabetas, precisamente porque no sabían leer ni escribir, porque conocían pocas palabras, intuían que la palabra, las palabras, contenían en su seno un misterioso poder, que era motivo de respeto y temor. No sabían leer ni escribir, pero sabían hablar. No sabían escribir poesías, pero sabían contarlas, sabían vivirlas. Nuestro tiempo, inundado de palabras, ha perdido el sentido de la palabra. Carece de los instrumentos necesarios para reconocer a los profetas, y por eso los confunde con los creadores y vendedores de charlatanería. Para reconocer y comprender a los profetas – sólo Dios sabe cuánta falta nos hace – sencillamente deberíamos aprender de nuevo a hablar.
[fulltext] => La conclusión del libro de Isaías es tan grande como el resto del libro. A ella regresan las promesas que se han ido entrelazando a lo largo de todo el rollo, los consuelos y la inmensa esperanza: «He aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no se recordará el pasado ni vendrá a la memoria (…) No se oirá allí jamás lloro ni quejido. No habrá allí jamás viejo que no llene sus días, pues morir joven será morir a los cien años» (Isaías 65,17-20). La Biblia es un continuo canto a la vida. La tierra es el lugar de la bendición. Aquí es donde Dios se deja encontrar, donde habla. Para el hombre bíblico, para los profetas, no hay promesa más grande que una larga vida, un tiempo en el que la vida se alargue. Hoy hemos alcanzado los cien años, pero, como nos falta una cultura de la vida, ya no somos capaces de interpretar una larga vejez como una bendición. Volver a los profetas es un recurso esencial para aprender de nuevo a vivir y por consiguiente a envejecer y a morir.
En una cultura de la vida no pueden faltar la bendición del trabajo, ni la viña: «Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto (…) Mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos. No se fatigarán en vano» (65, 21-23). La tierra prometida es también la tierra del trabajo como bendición, donde uno se “fatiga” pero no se “fatiga en vano”. Todo trabajo implica fatiga, pero no toda fatiga del trabajo es buena. Trabajar es una bendición.
No trabajar en vano también es una bendición. Retorna el anuncio de una nueva armonía en la creación: «El lobo y el cordero pacerán juntos, el león comerá paja como el buey, y la serpiente se alimentará de polvo, no harán más daño ni perjuicio» (65,25). Retornan los niños, el primer signo de esperanza en tiempos de desolación y espera: «No habrá allí jamás niño que viva pocos días» (65,20). Retorna la salvación para todos, pues al profeta no le basta la salvación de un solo pueblo: «Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas» (66,18).
El libro de Isaías atraviesa muchos siglos de historia del pueblo de Israel, algunos de ellos muy oscuros y dolorosos. La fuerza y la belleza de estos últimos capítulos se concentran en la repetición de las antiguas promesas tras el exilio y la destrucción del templo, tras la desilusión al regreso del exilio. Es importante ejercitar la esperanza en el tiempo de la alegría. Aún es más importante ejercitar esa misma esperanza durante el exilio y en el tiempo de la decepción. Esa misma diferencia se da también entre la esperanza de la juventud y la de la vida adulta, cuando conseguimos creer, decir y decirnos la fe en una nueva tierra, mientras un día descubrimos que lo que debía ser la tierra de la primera promesa simplemente es la tierra de todos. Encontrar en el tercer Isaías las mismas imágenes y las mismas esperanzas del primero y del segundo Isaías es un gran regalo para poder seguir esperando y creyendo en la primera vocación y en el primer amor con la misma fe del comienzo, cuando todo era posible. Gran mensaje de vida, que puede curar el natural cinismo y la desilusión que acompañan a toda vida adulta buena. Un mensaje de vida para poder seguir creyendo en el hijo de la vejez, para poder plantar semillas de nuevos árboles sabiendo que no seremos nosotros quienes veamos sus hojas. Un mensaje de vida que podría curar a nuestra Europa envejecida, decepcionada y atemorizada por la oscuridad.
Cuando en una comunidad, en un pueblo, en una civilización, en cada uno de nosotros, se nubla la profecía, sentimos nostalgia de la juventud y envejecer nos parece una maldición. Entonces no llegamos nunca a la hermosa vida adulta. La profecía mantiene la verdad de la experiencia de la juventud durante toda la vida, porque la transforma en una experiencia del alma. La tierra nueva no es la tierra de ayer. Tampoco es la tierra de mañana. Es sencillamente nuestra tierra, la única que tenemos aquí y ahora: «Así como los cielos nuevos y la tierra nueva que yo hago permanecen en mi presencia» (66,22). Sólo el presente puede durar para siempre. La Biblia y los profetas siguen repitiéndonos que el pecado más grande es que renunciemos a vivir, encantados por el pasado o engañados por el futuro. Todo el cielo y toda la tierra se concentran en este presente nuestro, pobre pero habitado, profundo e infinito. Esta es la “vida eterna” que nos entrega la profecía bíblica.
Llegamos al último capítulo de este comentario al libro de Isaías, escuchando la vida que Isaías nos desvela y nos muestra dentro de nosotros y a nuestro alrededor. Cada vez que termino el comentario a un libro bíblico – Génesis, Éxodo, Job, Qohélet y ahora Isaías –, al cerrar la última página experimento una verdadera melancolía. Pienso que el próximo domingo no estaré en compañía de los personajes del libro que, capítulo tras capítulo, se han convertido en personajes vivos de mi alma. Ahora también me parece imposible no estar la semana que viene al lado de Isaías, leyéndolo, leyendo a sus comentaristas, dejándome amaestrar y alimentar por su sabiduría. Estos seis meses transcurridos junto a Isaías han sido maravillosos. Los descubrimientos que he realizado, desde el primer capítulo hasta el último, han sido cada cual más hermoso, y muchas veces me han dejado sin aliento.
Termino con una última “sorpresa”, que me ha llegado durante la fiesta de la Epifanía.
Isaías es el profeta de la luz y la oscuridad, juntas. Pocas páginas de la Biblia son tan luminosas y brillantes como la “gran luz” que anuncia Isaías. Pocas páginas de la Biblia y de toda la literatura son tan tenebrosas como algunos versos de Isaías. El canto del centinela, “Shomer ma-millailah”, tal vez el más hermoso de todos, es un diálogo nocturno, un canto de una luz maravillosa. Es como en la vida, donde la oscuridad y la luz se entrecruzan, hasta que un día comprendemos que son la misma cosa. Toda la vida buscamos la luz, sobre todo si un día vimos su esplendor, en la llamada. Después, otro día, nos damos cuenta de que la oscuridad que llegó ocultando el primer sol, no era la negación de la luz. No era sino una luz distinta, menos luminosa pero más verdadera. Isaías es maestro de la luz porque es verdadero conocedor de la noche. La imagen del centinela es, entre las muchas que el libro de Isaías nos regala para describir la vocación profética, la que mejor expresa el secreto, la naturaleza íntima de la vida de los profetas: son anunciadores del alba durante la noche, en el diálogo con los viandantes. Los profetas se encuentran en la misma noche, pero, por vocación, están seguros del alba. No saben cuándo llegará, pero saben que llegará, y así nos lo dicen, nos lo gritan. Cuando no hay profetas, hay una enorme carestía de anuncios del alba. Y la noche sin la esperanza de la Aurora es una noche infinita.
Es típico de la infancia contraponer la oscuridad a la luz. Cuando somos niños, una es enemiga de la otra. La luz es buena, bella, alegre; la oscuridad es fea, temible, mala. Después, cuando crecemos, aprendemos los valores de la noche. Vivimos, trabajamos y amamos de día y de noche. Entendemos que la noche es el tiempo de los sueños, y aprendemos a soñar también de día. Pero mientras que en la vida natural y social todos sabemos que no es posible vivir sin la alternancia noche-día, sin descubrir la luz en la oscuridad y la oscuridad en la luz, en la vida espiritual permanecemos en la infancia demasiado tiempo. A veces seguimos durante toda la vida amando la luz y odiando la oscuridad, desconociendo el trabajo, el amor y los sueños de la noche. Así no nos hacemos nunca adultos y quedamos atrapados entre el recuerdo de la luz de ayer y el deseo de la luz de mañana, perdiendo la única luz buena que se nos ha dado: la luminosa y oscura luz del presente.
Nunca había escrito cosas como estas antes de empezar a estudiar y a comentar a Isaías. No las había dicho nunca, porque no las sabía. Al igual que desconocía la práctica totalidad de las palabras con las que he comentado el libro de Isaías y los demás libros bíblicos. La característica más extraordinaria de la profecía bíblica es su capacidad para generar: al leerla y estudiarla somos engendrados a una nueva comprensión del presente, de la historia, de la sociedad, de la economía, de las religiones y de la vida propia y ajena. La Biblia es un gran bien común, un don gratuito que sólo espera ser "visto".
Así pues, la última palabra, también hoy, no puede ser otra que “gracias”. Al inmenso Isaías, a su Dios que es el Dios de todos. A “Avvenire”, que en la persona de su director, Marco Tarquinio, sigue dándome la confianza necesaria para poder generar nuevas palabras libres. A los lectores, que me han acompañado y me han escrito muchas cartas hermosas, animándome y corrigiéndome. A los muchos biblistas, poetas, escritores y artistas que me han dado ideas. Tras una semana de descanso, el 22 de enero retomaré esta “página” dominical con una nueva serie de reflexiones. De momento dejaré el trabajo sobre la Biblia. Pero, si tengo fuerzas, cuento con retomarlo dentro de algunos meses. Para seguir buscando nuevas palabras. Para seguir aprendiendo a hablar. Para seguir dialogando en la noche, en la luz.
descarga artículo en pdf
[checked_out] => 0
[checked_out_time] => 0000-00-00 00:00:00
[catid] => 775
[created] => 2017-01-07 22:30:00
[created_by] => 64
[created_by_alias] => Luigino Bruni
[state] => 1
[modified] => 2020-08-10 13:35:27
[modified_by] => 609
[modified_by_name] => Super User
[publish_up] => 2017-01-07 22:30:00
[publish_down] => 0000-00-00 00:00:00
[images] => {"image_intro":"","float_intro":"","image_intro_alt":"","image_intro_caption":"","image_fulltext":"","float_fulltext":"","image_fulltext_alt":"","image_fulltext_caption":""}
[urls] => {"urla":false,"urlatext":"","targeta":"","urlb":false,"urlbtext":"","targetb":"","urlc":false,"urlctext":"","targetc":""}
[attribs] => {"show_title":"","link_titles":"","show_tags":"","show_intro":"","info_block_position":"","info_block_show_title":"","show_category":"","link_category":"","show_parent_category":"","link_parent_category":"","show_author":"","link_author":"","show_create_date":"","show_modify_date":"","show_publish_date":"","show_item_navigation":"","show_icons":"","show_print_icon":"","show_email_icon":"","show_vote":"","show_hits":"","show_noauth":"","urls_position":"","alternative_readmore":"","article_layout":"","show_publishing_options":"","show_article_options":"","show_urls_images_backend":"","show_urls_images_frontend":""}
[metadata] => {"robots":"","author":"","rights":"","xreference":""}
[metakey] =>
[metadesc] => Hemos llegado al final del libro de Isaías, donde volvemos a encontrar las grandes promesas y profecías que atraviesan todo el libro. La imagen del centinela nocturno, símbolo del profeta, aún sigue hablándonos y dándonos palabras.
[access] => 1
[hits] => 2685
[xreference] =>
[featured] => 0
[language] => es-ES
[on_img_default] =>
[readmore] => 27403
[ordering] => 4
[category_title] => ES - A la escucha de la vida
[category_route] => commenti-biblici/serie-bibliche/it-in-ascolto-della-vita
[category_access] => 1
[category_alias] => es-a-la-escucha-de-la-vida
[published] => 1
[parents_published] => 1
[lft] => 123
[author] => Luigino Bruni
[author_email] => ferrucci.anto@gmail.com
[parent_title] => IT - Serie bibliche
[parent_id] => 773
[parent_route] => commenti-biblici/serie-bibliche
[parent_alias] => serie-bibliche
[rating] => 0
[rating_count] => 0
[alternative_readmore] =>
[layout] =>
[params] => Joomla\Registry\Registry Object
(
[data:protected] => stdClass Object
(
[article_layout] => _:default
[show_title] => 1
[link_titles] => 1
[show_intro] => 1
[info_block_position] => 0
[info_block_show_title] => 1
[show_category] => 1
[link_category] => 1
[show_parent_category] => 1
[link_parent_category] => 1
[show_associations] => 0
[flags] => 1
[show_author] => 0
[link_author] => 0
[show_create_date] => 1
[show_modify_date] => 0
[show_publish_date] => 1
[show_item_navigation] => 1
[show_vote] => 0
[show_readmore] => 0
[show_readmore_title] => 0
[readmore_limit] => 100
[show_tags] => 1
[show_icons] => 1
[show_print_icon] => 1
[show_email_icon] => 1
[show_hits] => 0
[record_hits] => 1
[show_noauth] => 0
[urls_position] => 1
[captcha] =>
[show_publishing_options] => 1
[show_article_options] => 1
[save_history] => 1
[history_limit] => 10
[show_urls_images_frontend] => 0
[show_urls_images_backend] => 1
[targeta] => 0
[targetb] => 0
[targetc] => 0
[float_intro] => left
[float_fulltext] => left
[category_layout] => _:blog
[show_category_heading_title_text] => 0
[show_category_title] => 0
[show_description] => 0
[show_description_image] => 0
[maxLevel] => 0
[show_empty_categories] => 0
[show_no_articles] => 1
[show_subcat_desc] => 0
[show_cat_num_articles] => 0
[show_cat_tags] => 1
[show_base_description] => 1
[maxLevelcat] => -1
[show_empty_categories_cat] => 0
[show_subcat_desc_cat] => 0
[show_cat_num_articles_cat] => 0
[num_leading_articles] => 0
[num_intro_articles] => 14
[num_columns] => 2
[num_links] => 0
[multi_column_order] => 1
[show_subcategory_content] => -1
[show_pagination_limit] => 1
[filter_field] => hide
[show_headings] => 1
[list_show_date] => 0
[date_format] =>
[list_show_hits] => 1
[list_show_author] => 1
[list_show_votes] => 0
[list_show_ratings] => 0
[orderby_pri] => none
[orderby_sec] => rdate
[order_date] => published
[show_pagination] => 2
[show_pagination_results] => 1
[show_featured] => show
[show_feed_link] => 1
[feed_summary] => 0
[feed_show_readmore] => 0
[sef_advanced] => 1
[sef_ids] => 1
[custom_fields_enable] => 1
[show_page_heading] => 0
[layout_type] => blog
[menu_text] => 1
[menu_show] => 1
[secure] => 0
[helixultimatemenulayout] => {"width":600,"menualign":"right","megamenu":0,"showtitle":1,"faicon":"","customclass":"","dropdown":"right","badge":"","badge_position":"","badge_bg_color":"","badge_text_color":"","layout":[]}
[helixultimate_enable_page_title] => 1
[helixultimate_page_title_alt] => In ascolto della vita
[helixultimate_page_subtitle] => Commenti Biblici
[helixultimate_page_title_heading] => h2
[page_title] => A la escucha de la vida
[page_description] =>
[page_rights] =>
[robots] =>
[access-view] => 1
)
[initialized:protected] => 1
[separator] => .
)
[displayDate] => 2017-01-07 22:30:00
[tags] => Joomla\CMS\Helper\TagsHelper Object
(
[tagsChanged:protected] =>
[replaceTags:protected] =>
[typeAlias] =>
[itemTags] => Array
(
)
)
[slug] => 17022:palabras-para-el-tiempo-de-todos
[parent_slug] => 773:serie-bibliche
[catslug] => 775:es-a-la-escucha-de-la-vida
[event] => stdClass Object
(
[afterDisplayTitle] =>
[beforeDisplayContent] =>
[afterDisplayContent] =>
)
[text] => A la escucha de la vida/29 - El profeta es maestro de luz porque conoce la noche
de Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 08/01/2017
«La marea humana, rompiendo a los pies de la torre golpeada sin cesar por su miseria, sigue repitiendo una pregunta: «¿Shomer ma-millailah? - Cuánto falta para el día». El tono del oráculo desconcierta por su inaudita cortesía: «Si os place preguntar, volved…». Saber no importa. Lo que importa y da vida es no perder el angelical temblor, la necesidad, el deseo de saber cuándo acabará o qué significa la noche. La peor desgracia sería que nadie viniera ni preguntara.»
Guido Ceronetti, El libro del profeta Isaías
Ninguna otra época como la nuestra ha conocido semejante producción y multiplicación de palabras. Las culturas antiguas, agrícolas y analfabetas, precisamente porque no sabían leer ni escribir, porque conocían pocas palabras, intuían que la palabra, las palabras, contenían en su seno un misterioso poder, que era motivo de respeto y temor. No sabían leer ni escribir, pero sabían hablar. No sabían escribir poesías, pero sabían contarlas, sabían vivirlas. Nuestro tiempo, inundado de palabras, ha perdido el sentido de la palabra. Carece de los instrumentos necesarios para reconocer a los profetas, y por eso los confunde con los creadores y vendedores de charlatanería. Para reconocer y comprender a los profetas – sólo Dios sabe cuánta falta nos hace – sencillamente deberíamos aprender de nuevo a hablar.
[jcfields] => Array
(
)
[type] => intro
[oddeven] => item-odd
)

«Si encuentras en el camino un nido de pájaros, con polluelos o huevos, sobre un árbol o en el suelo, y la madre echada sobre los polluelos o sobre los huevos, no tomarás a la madre con las crías. Deja marchar a la madre. Así tendrás prosperidad y larga vida» (Deut. 22,6-7). Esta promesa es la misma de aquellos que “honran al padre y a la madre”. Se cuenta que una vez el rabí Elisha ben Abuya vio a un hombre subir en sábado a lo alto de una palmera. El hombre se llevó a la madre junto con las crías y descendió ileso. Otro día después del sábado, otro hombre subió a la palmera, tomó a los pequeños pero dejó volar a la madre. Al bajar, una serpiente mordió al hombre y murió. Elisha dijo: "No hay justicia, no hay Juez". Y abjuró. ¿Qué hizo Elisha para mostrar que había perdido la fe? No construyó una filosofía atea. Un día de sábado arrancó una mata de hierba.
“Si se lo consentimos, Dios deposita en nosotros una pequeña semilla y se va. A partir de ese momento, a Dios no le queda otra cosa que hacer que esperar. Y a nosotros tampoco. Lo único que debemos hacer es no lamentar el consentimiento que dimos, el sí nupcial. No es tan fácil como puede parecer, porque el crecimiento de la semilla en nosotros es doloroso."
“¡Ay, cómo son a veces nuestras ideas! Apenas una máscara. Yo, por ejemplo, puedo expresar ideas muy generosas acerca de la condición de los pobres. Sin embargo, por muy generosas que sean mis ideas, si tengo una casa hermosa y rica y a los pobres sólo los veo en la calle, ¿cómo será en ese caso mi amor? ¿Podré decir que amo la pobreza y a los pobres? Ciertamente no. Si así fuera, estaría entre ellos, sería uno de ellos. Mis ideas son para la pobreza, pero mi amor es para mi casa".
“Busco la palabra.
«Canto al hombre muerto, no al Dios resucitado. Canto al hombre manchado, no al Dios lavado. Canto al hombre enloquecido, no al Dios equilibrado.»
«Concluido el evangelio según Marcos, [Espinosa] quiso leer otro de los tres que faltaban; el padre [de los Gutres] le pidió que repitiera el que ya había leído, para entenderlo bien. (...) El día siguiente comenzó como los anteriores, salvo que el padre habló con Espinosa y le preguntó si Cristo se dejó matar para salvar a todos los hombres. Espinosa le contestó:
«¿Para qué poetas en tiempos de penuria?»
«Una vez el Baal Shem convocó a Samael, el señor de los demonios, para un asunto importante. El señor de los demonios bramó: “¡Cómo te atreves a llamarme! Hasta ahora esto sólo sucedió tres veces: en la hora del Árbol del Conocimiento, en la hora del becerro de oro y en la hora de la destrucción de Jerusalén.” El Baal Shem pidió entonces a sus discípulos que se descubrieran y sobre cada frente Samael vio el signo de la imagen según la cual Dios creó al hombre. Hizo entonces lo que se le pedía y, antes de partir, dijo: “Hijos de Dios vivo, permitidme permanecer aquí un poco más y contemplar vuestras frentes.”»
«No soy contemporáneo mío, ningún poeta lo es. Soy contemporáneo vuestro, todo poeta lo es»
«Tal vez un rasgo de la cara crucificada acecha en cada espejo; tal vez la cara se murió, se borró, para que Dios sea todos. Quién sabe si esta noche no la veremos en los laberintos del sueño y no lo sabremos mañana».
“Sin fe, nuestros hijos nunca serán ricos; con fe, nunca serán pobres”
«En todas las sociedades, obligar es la naturaleza peculiar del don»
eligió un crucifijo. El primer homicidio-fratricidio nació de un don rechazado (el de Caín). El don está presente en el fundamento de las civilizaciones, en el centro de las familias y de todos los pactos sociales, en la raíz de las cooperativas y de muchas empresas, en el corazón del misterio de aquellos que se ponen en camino dejando su tierra para seguir sólo una voz desnuda.
Nuestra civilización habla mucho del don, pero lo conoce poco, porque lo ve donde no está y no lo ve donde realmente se encuentra. Conoce muy bien sus sucedáneos, sus juegos y sus falsificaciones. Con el fin de desactivar su naturaleza subversiva, radicalmente libre, lo contrapone al deber y lo separa de los contratos para así reducirlo a algo insignificante. Pero el don sólo puede vivir en la promiscuidad, mezclado con los precios y con la contabilidad, en las fábricas, en las plazas y en las salas de los juzgados. Si lo quitamos de estos lugares mestizos e impuros buscando la gratuidad pura, sencillamente lo matamos.
excavar más y llegar a la veta profunda de la lucha contra la idolatría que explica muchas de las tesis de los profetas, que serían incomprensibles si nos quedáramos en la superficie. Isaías nos lo dice varias veces en su libro (1,23; 5,23; 45,13), y también lo vemos con gran claridad en otros pasajes cruciales de la Biblia: «El Señor, vuestro Dios (…) no hace acepción de personas ni admite regalos» (Deuteronomio 10,17).
Pero ninguna fe puede proteger a Dios de convertirse en el gran deudor de los hombres. Ni siquiera el Dios bíblico, que es distinto, puede rechazar nuestros regalos. Está allí, impotente, “obligado” a aceptar todas nuestras ofrendas y sacrificios. En esta imposibilidad de rechazo es más débil que nosotros. No puede impedir nuestros créditos con él por los regalos que le hacemos. Es una deuda no exigible, pero – como ocurre con nuestra deuda pública – eficaz en la historia, porque la idea de Dios condiciona nuestras normas sociales, nuestro sentido de la justicia y nuestra cultura de la pobreza. A pesar de Job, de Isaías y de Jesucristo, sigue habiendo una fuerte tendencia-tentación a considerar al pobre como deudor y por tanto culpable, y a nosotros como inmunes ante el deber de fraternidad para con ellos. El capitalismo financiero exacerba hoy esta cultura.
«La inspiración. No es fácil explicar a los demás algo que ni siquiera se comprende bien. Yo misma he evadido el asunto cuando me lo han preguntado. Y contesto lo siguiente: la inspiración no es privilegio exclusivo de los poetas ni de los artistas en general. Hay, hubo y siempre habrá un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración.»
Isaías, dando voz al alma bíblica más profunda, es consciente de que la subordinación de los animales a nuestros yugos es una condición imperfecta, debida a la dureza de la tierra, del trabajo y del corazón de los hombres. Los campos fecundados por la generosidad del limo del Nilo y de los grandes ríos de Babilonia son poco frecuentes. En todos los demás, el trigo llega del sudor de la frente, del trabajo de los esclavos, del sometimiento de los animales. En los campos fuera del Edén, el fruto de la tierra no nace, por lo general, de la amistad activa y de la reciprocidad espontánea entre el Adam, el suelo y los animales. La vocación del onagro que corre libre por los montes no es la de convertirse en un asno, instrumento de producción. El yugo no es ni puede ser la primera o la única vida del buey. Ambos no están en el mundo sólo para servirnos. Tienen valor por sí mismos. Son un fruto bueno de la creación, venido a la tierra antes que nosotros, para hacer compañía a su creador. Ninguna criatura tiene dignidad solamente en función del hombre. Las espaldas curvadas y rotas por el trabajo, sobre todo las de los esclavos que eximen a sus dueños del cansancio, no pueden ser el destino de la tierra. Este es el gran mensaje del Shabbat, que no es un oasis de libertad en un mundo de hombres y de animales esclavos, sino más bien signo y profecía de nuestra vocación más verdadera. Isaías lo sabe, nos lo dice, nos lo recuerda y nos invita a edificar días que estén cada vez más cerca de su Sábado. Hoy disponemos de toda la tecnología y de todos los recursos necesarios para enderezar la espalda de los trabajadores, para liberar a los esclavos, para dejar en “libertad a los bueyes y a los asnos”. Pero las espaldas siguen rotas, los esclavos aumentan y los animales siguen explotados o, error no menos grave, idolatrados. En lugar de liberarnos de las antiguas servidumbres, la tecnología amenaza con la sumisión bajo máquinas cada vez más dueñas de nuestra alma, de nuestro tiempo y de nuestras relaciones, devoradoras de nuestro silencio. Y desde el corazón de nuestros días, la Biblia sigue recordándonos que “al principio no era así” y que, por consiguiente, “llegará un día” en que no será así. Los profetas están seguros de ello. Nosotros podemos al menos esperar, en la espera activa de aquel día en que el “espíritu descienda de lo alto”. Y en el tiempo que va desde “nuestro día” a “aquel día” podemos reconocer la voz del espíritu en boca de los profetas.