La EdC: un camino para todos

Publicamos en primicia la introducción al Informe Anual EdC 2011, de inminente publicación

por Luigino Bruni

Bruni_rid_modPresentamos, con profundo agradecimiento – a Dios, a Chiara, a los empresarios, a las comisiones y a todos los actores de la EdC – este “Informe Anual EdC 2011”. Es la memoria de uno de los años más difíciles para la economía mundial. Pero inmediatamente debemos constatar nuestra alegría por los sorprendentes resultados. Al repasar las páginas del Informe se observa que han aumentado los beneficios así como el número de empresas que forman parte de nuestro gran proyecto (lo seguiremos llamando así mientras no encontremos otra palabra más satisfactoria). También ha aumentado la calidad de los proyectos de desarrollo realizados en todo el mundo en estrecha y eficaz colaboración con AMU, así como la comunión con las personas receptoras de las ayudas.

Pero a la vez que publicamos estos datos no podemos olvidar la difícil situación, la más grave de las últimas décadas, por la que está atravesando el sistema económico global, que complica la vida de muchas de nuestras empresas y de muchos conciudadanos, empresarios, familias y sobre todo indigentes, que están sufriendo a consecuencia de este colapso del sistema financiero y también económico de gran parte del mundo, con especial incidencia en Europa. Al mismo tiempo, la EdC en estos últimos años ha captado el interés de mucha gente: cada vez hay más invitaciones para presentarla y se la cita, a veces sin que nos enteremos, en muchas universidades y centros económicos y culturales de varios países del mundo. En otras palabras: estamos viviendo un tiempo favorable (kairos) para emprender una nueva fase de la EdC. ¿En qué sentido?

Las crisis, tanto las individuales como las colectivas, tienen dos caras: podemos salir de ellas siendo peores si durante la crisis empeoramos nuestra relación con nosotros mismos, con Dios, con los demás y con el mundo, o podemos salir siendo mejores si los momentos de prueba nos ayudan a hacer silencio y a descubrir o redescubrir nuestra vocación más auténtica, nuestro “daimon” (como diría Sócrates). Los carismas, como el de la unidad, del que nació y se nutre la EdC, son esenciales en los momentos de crisis, porque tienen la función de señalar un camino positivo en tiempos de cambio. La crisis que estamos viviendo puede y debe ser un tiempo favorable para dar un salto de escala. Así será si somos capaces de hacer un nuevo anuncio de la Economía de Comunión dentro del Movimiento de los Focolares (donde 20 años después ya hay otra generación que no tiene la cercanía de los primeros tiempos), pero sobre todo fuera de él, en la Iglesia y en el Mundo.

Pero para que esta nueva fase pueda hacerse realidad en este tiempo favorable, deben darse dos condiciones.

La primera de ellas es que la EdC sea presentada y comprendida como lo que en realidad es: una gran visión para cambiar el sistema económico en su conjunto (“ni comunismo, ni consumismo: comunión”, Chiara), una idea distinta del capitalismo. Hasta ahora la hemos presentado sobre todo como una ética y un camino para empresarios y para realizar proyectos de desarrollo fundamentalmente dentro del Movimiento de los Focolares. Hemos hecho como S. Francisco con la iglesia de San Damián en Asís. Cuando Francisco escuchó la llamada de Dios “Francisco, reconstruye mi Iglesia”, al principio la entendió como una reconstrucción física (con piedras y vigas) de la iglesia derruida de San Damián. Sólo más tarde Francisco comprendió que la Iglesia que había que reconstruir no era la de piedra sino la Iglesia de Cristo. Así también nosotros, tal vez siguiendo una lógica propia de los carismas (que comienzan por lo más concreto y realizable para llegar a comprender que la misión es distinta y más universal), hemos recogido en estos años la llamada de Chiara a dar vida a una nueva economía de comunión ocupándonos de los empresarios y de los pobres de nuestro Movimiento. Pero en los últimos tiempos, gracias, entre otras cosas, al gran evento celebrado en Sao Paulo (Brasil) el pasado mes de mayo, hemos comprendido, finalmente y todos juntos como cuerpo, que la economía nueva que Chiara quería y quiere es mucho más que eso: que la EdC es un don para todos, una contribución a una economía de comunión para todos, un acto de amor para que la vida de nuestra gente sea mejor. Es como si dijéramos – cambiando de metáfora – que nosotros hoy no vemos el árbol de la EdC sino su semilla. No hay nada malo en ello. Ver y cuidar la semilla es muy bueno, pero siempre que no pensemos que lo que hoy vemos (las poco más de 800 empresas y lo que se mueve a su alrededor) es ya el árbol y no la semilla.

Vamos con la segunda condición. Para poder dar este salto de escala – y comenzar a ver alguna hoja del árbol – se nos pide por una parte que nuestros proyectos sean cada vez más creíbles tanto desde el punto de la empresa como de la ayuda a los pobres y por otra que la comunión de bienes sea cada vez más el estilo de vida de nuestras comunidades, dentro y alrededor de las empresas. Si queremos que la iglesia se convierta en la Iglesia y que la semilla se convierta en árbol, es necesario que el ADN de la semilla sea el adecuado, porque en caso contrario o no nacerá nada o los frutos no serán sabrosos ni abundantes.

Feliz año 2012. Que este sea el año en el que empecemos a entrever esta nueva fase de la EdC, con fidelidad a las raíces y por ello proyectados hacia el “que todos sean uno”, la gran palabra del carisma de la unidad. No perdamos una sola ocasión para anunciar a todos los niveles la EdC, con el testimonio pero también con las palabras, la profecía de Chiara, nada más pero nada menos que aquel bendito mes de mayo de 1991. Felicidades a todos, verdaderamente a todos.


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