Un jubileo para Italia

Un jubileo para Italia

Comentarios - Para entender y afrontar la crisis

Un jubileo para Italia

por Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 24/07/2011

logo_avvenireEn estos días saltan las alarmas por los ataques especulativos, alternándose con otras señales de distensión y optimismo. Realmente, debemos ser conscientes de que la situación es grave y prepararnos, como país y como Europa, para afrontar una etapa que podría resultar más difícil y larga que la de otoño de 2009. En efecto, la crisis que estamos viviendo estos días es mucho más que un fenómeno de contagio (de las crisis griega y portuguesa). Es una crisis debida a la fragilidad estructural de Italia y de Europa. El enfermo está grave. No es todavía una enfermedad mortal, pero tampoco una simple gripe. Es un segundo mini infarto que, a menos que se produzca un cambio de estilo de vida, puede acarrear consecuencias fatales.

Durante el intervalo entre ambas crisis, el paciente “Italia” se ha seguido comportando prácticamente igual que antes, con la única excepción de algún paseo vespertino o algunas píldoras, pero sin ninguna señal fuerte de que se haya invertido la tendencia..

Hay que considerar al menos tres elementos para llegar a un diagnóstico y a una posible terapia. El primer elemento para un correcto diagnóstico tiene que ver con la demografía. Nunca entenderemos bien lo que está ocurriendo si no partimos de un dato estructural y de largo plazo: en Italia, al igual o incluso más que en otros países europeos, se ha reducido drásticamente en los últimos años la relación entre la población activa y el número de jubilados, en paralelo con un fuerte incremento de la esperanza de vida.

Toda la organización del estado social se basaba en una esperanza de vida mucho menor (y en un mayor número de jóvenes trabajadores), que permitía a las generaciones jóvenes mantener el gasto en pensiones. Además, la familia, que ha constituido el verdadero centro de nuestro estado social (mucho más que el estado o el mercado), ya no logra realizar sus funciones de cuidado y asistencia. Así pues, si no hacemos pronto no sólo una reforma de las pensiones, sino un nuevo pacto intergeneracional, la deuda pública no podrá reducirse.

La deuda pública es precisamente el segundo elemento del diagnóstico. La especulación golpea a Italia porque su enorme deuda pública hace que sea indispensable suscribir periódicamente títulos estatales para evitar la quiebra. Eso provoca, en unos momentos en los que también la política es frágil, que se demande una rentabilidad cada vez mayor para nuestros títulos. La deuda pública es la verdadera espada de Damocles de la crisis de estos días.

El tercer elemento hace referencia a Europa, es decir a la ausencia de una realidad política detrás del euro. El proyecto de los padres fundadores de Europa era sobre todo un proyecto político. La historia nos dice que una moneda es fuerte cuando está sostenida  por un poder político (del que es expresión). Las incertidumbres en la gestión de la crisis griega son una señal importante. Nos dicen que no hay mucho más que intereses económicos en esta Europa del euro. Las fuerzas de los mercados financieros lo saben y golpean por los flancos más débiles. Sin un nuevo pacto político, sin una constitución europea y sin instituciones fuertes (y ágiles, hay que reducir también el costo de la burocracia europea), el euro no durará mucho.

La terapia que todos proponen consiste en relanzar el crecimiento económico. Pero hay que recordar que el insuficiente crecimiento económico es también consecuencia de los dos primeros elementos, es decir de un país envejecido y endeudado que no encuentra recursos para crecer. El crecimiento económico necesita muchos ingredientes, todos ellos co-esenciales: inversiones públicas (sobre todo en educación e investigación), creatividad, innovación y sobre todo entusiasmo y pasión por parte de los ciudadanos. En Italia hoy faltan ciertamente recursos para las inversiones públicas, pero falta aún más el entusiasmo y el deseo de vivir. Para comprender en qué consiste este entusiasmo, basta dar una vuelta por Asia, Oriente Medio o Africa. En mi último viaje a Kenia, más que la miseria material, me impresionó ver jóvenes estudiando por la noche amontonados bajo las farolas de las calles. Es el hambre de vida y de futuro la que mañana podrá vencer el hambre de comida y crear desarrollo y bienestar. Si Italia y Europa no encuentran ya este entusiasmo, no habrá ley de presupuestos que pueda relanzar el crecimiento, porque, entre otras cosas, nuestros políticos y la opinión pública sistemáticamente olvida la mayor lección de las ciencias sociales del siglo XX: el crecimiento y el desarrollo de un país no dependen principalmente de la acción de los gobiernos sino de los comportamientos diarios de millones de ciudadanos, cada uno de los cuales posee un fragmento de información y de conocimiento relevante para las acciones sociales y económicas.

Es cierto que también el gobierno y las instituciones son agentes económicos (que pueden y deben hacer su parte co-esencial), pero tienen mucho menos poder de lo que creen y nos cuentan cada día (entre otras cosas, para justificar su presencia y su coste). La solución a la crisis económica se encuentra fuera de la esfera económica: se encuentra en la vida civil, en los deseos y en las pasiones de la gente, que son los pozos de los que se nutre también la vida económica. Nadie va a trabajar cada mañana para reducir la deuda pública, sino para hacer realidad proyectos, sueños. También somos capaces de hacer grandes sacrificios, pero sólo si detrás de ellos intuimos que hay un proyecto colectivo grande, capaz de mover los corazones a la acción, de encender el entusiasmo. Hemos sabido hacerlo en muchos momentos del pasado, incluso reciente. ¿Por qué ahora no? Pero es necesario que cada uno de nosotros use bien ese trozo de conocimiento y de poder sobre la realidad de que dispone, comercie bien con sus talentos, se comprometa más y mejor. Pero para que este juego funcione hacen falta ritos y liturgias públicas, la fuerza de los símbolos, del arte y de la belleza, gestos solemnes y colectivos. En particular estoy convencido de que hoy es urgente organizar una especie de jubileo, en el sentido bíblico del término: una época de perdón recíproco, de reconciliación y de paz, para olvidar las maldades y los envenenamientos recíprocos de que hemos sido capaces en estos 20 años, tanto en la clase política como en el conjunto del país, y mirar juntos hacia delante. Hoy Italia se encuentra en un estado social muy parecido a la «guerra de todos contra todos» de la que hablaba Hobbes. Puede que no salgamos de él y continúe el declive civil y económico. También podemos salir creando un Leviatán, el cocodrilo monstruoso que también forma parte de la historia y del ADN de los italianos. Pero podemos salir de esta trampa de pobreza social y económica relanzando una nueva época de virtudes civiles y un nuevo pacto, el único terreno que ha generado y genera creatividad, entusiasmo y ganas de vivir, en el que florecerá también el crecimiento económico.

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