Premiar a los honrados

Premiar a los honrados

Comentarios – Un arma más contra la evasión

Premiar a los honrados

por Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 28/08/2011

logo_avvenirePara los profesores, los exámenes escritos son una triste liturgia de búsqueda de papelitos ocultos y de los trucos de última generación para intentar superar la prueba sin estudiar. Cuando llega un curso particularmente dado a estas prácticas deshonestas, la primera reacción del claustro de profesores es natural que consista en aumentar los controles y endurecer las sanciones. Yo también he caído en esta tentación, pero he aprendido que el principal efecto que se obtiene, si no el único, es un doble fracaso: en las aulas se crea un ambiente policial, los estudiantes trabajan mal y los “profesionales de la copia” siempre encuentran un sistema más sofisticado para eludir el control y el estudiante medio, por su parte, cae en las redes de los controles, más tupidas que antes, puesto que una inocente mirada al compañero de pupitre puede ser objeto de sanción.

El año pasado tuve que enseñar economía en una prestigiosa universidad extranjera y descubrí que el examen se realizaba “open book”, es decir con el libro abierto. Evidentemente tuve que elaborar un examen más articulado, pero eso me convenció aún más de que el mejor instrumento para aumentar la eficiencia y la equidad en cualquier sistema consiste en diseñar adecuados mecanismos institucionales. Al endurecer los controles y las sanciones en mis exámenes, sin querer y con la mejor intención, había enviado una fuerte señal a mis estudiantes: “sois proclives a la incorrección y a la falta de honradez”; una señal que frustraba las motivaciones intrínsecas de los buenos estudiantes y ponía en marcha la imaginación de un pequeño grupo dispuesto a demostrarme que era más listo que yo.

Creo que hay relación entre esta experiencia y el debate sobre la lucha contra la evasión fiscal que está produciendo hoy en Italia. El primer paso para una auténtica reforma fiscal debería ser rediseñar la lógica global de la fiscalidad: pasar, volviendo a la metáfora estudiantil, de la “caza de chuletas” a los “exámenes a libro abierto”, donde reciban oportunos incentivos los ciudadanos dispuestos a la transparencia en las transacciones propias y ajenas, por ejemplo permitiendo que las familias se deduzcan más gastos y paguen una cuota más adecuada que la actual.

Un segundo elemento para una reforma fiscal seria debería partir de la toma de conciencia de que aunque consiguiéramos sancionar a todos los panaderos, hosteleros, autónomos y profesionales que no emiten facturas ni recibos (algo que es evidentemente necesario), existe una mega cuestión fiscal y ética de grandes empresas e individuos que tienen su sede legal o su residencia en paraísos fiscales y que manejan tranquilamente en los mercados financieros internacionales riquezas enormes sin pagar impuestos (basta ver las reacciones a la propuesta de la Tobin Tax o de un impuesto sobre los Credit Default Swaps (CDS)), tal vez esperando una nueva amnistía fiscal. Sin una lucha seria contra estos macroescándalos fiscales, tal vez consigamos cerrar alguna actividad en la que no se emitan facturas (eso tamién hay que hacerlo, sobre todo cuando se trata de profesionales libres o médicos con chalet y 4x4), pero cometeremos el grave error de quien cura la caries de un paciente y se olvida de curar el tumor. Bien está curar la caries (que duele mucho cuando se inflama, la metáfora dental es puramente casual), pero no nos olvidemos del tumor.

Hay más. En 1766 Giacinto Dragonetti, jurista de L’Aquila, publicó un libro que se titulaba “De las virtudes y de los premios”, no por casualidad dos años después de la publicación de otro libro más conocido: “De los delitos y de las penas”, de Cesare Beccaria. En la introducción, Dragonetti escribe: “Los hombres han hecho millones de leyes para castigar los delitos y no han establecido ni siquiera una para premiar las virtudes” y por ello proponía que en su Reino de Nápoles se creara un auténtico “Código premial” junto al “Código penal”, en base a la extraordinaria intuición de que un país no se puede desarrollar si mientras castiga a los deshonestos no premia a los ciudadanos virtuosos. Es cierto que una forma indirecta de premiar a los honrados es castigar adecuadamente a los oportunistas y a los “listos” y hoy Italia tiene necesidad también de esto. Pero debemos tener presente una de las lecciones de la ciencia económica: las leyes son sobre todo señales y mensajes simbólicos y las leyes que se basan en la hipótesis antropológica de que los seres humanos son por naturaleza oportunistas y deshonestos terminar por producir ciudadanos oportunistas y deshonestos. Una reforma fiscal que quiera ser eficiente y justa debe confiar en primer lugar en los ciudadanos honrados y virtuosos que, no lo debemos olvidar en estos tiempos difíciles, son siempre la inmensa mayoría de la población, también en Italia, ya que si fuese cierto lo contrario, la vida en común implosionaría en una sola mañana. Así pues, lo que hay que activar para la reforma fiscal es la base sana de todo un pueblo, con señales creíbles de confianza, aprecio y reconocimiento. El mayor fracaso de una reforma fiscal sería malear aún más las relaciones entre los ciudadanos, hacerles que vean a sus compañeros y a sus vecinos como deshonestos y potenciales evasores y no como valiosos aliados en la común construcción de la ciudad.
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