Los invisibles efectos de la amnistía fiscal: el pacto social se convierte en mercancía

Los invisibles efectos de la amnistía fiscal: el pacto social se convierte en mercancía

Comentario - Premia a los tramposos y desanima a los honrados; está demostrado

Los invisibles efectos de la amnistía fiscal: el pacto social se convierte en mercancía

por Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 12/10/2011

logo_avvenireUna amnistía fiscal produce efectos visibles, pero también algunos invisibles sobre los que merece la pena reflexionar. Además, muchas veces las cosas más profundas son precisamente las que no se ven con los ojos. Para tratar de ver con un poco más de profundidad la dinámica social, relacional y ética que subyace en cualquiera amnistía fiscal, puede ser útil partir de uno de los experimentos económicos más famosos. Hace algunos años en Haifa se realizó un estudio experimental sobre el retraso de los padres en recoger a sus hijos de la guardería a la hora de cierre. En seis guarderías se impuso una multa a los padres que se retrasaban, mientras que en las restantes no se introdujo cambio alguno.

El resultado de la introducción de la multa supuso una sorpresa para casi todos, ya que en las guarderías con multa los retrasos aumentaron casi en un 100%. Además, lo que es aún más interesante, una vez que se retiró la multa los retrasos no diminuyeron, no se regresó a la situación anterior. ¿Cómo se explican estos dos datos en parte sorprendentes?

El aumento de los retrasos lo explica el título del artículo en el que se publicaron los datos del experimento de Haifa: «La multa es un precio» (A fine is a price). Antes de multar los retrasos, para la mayor parte de los padres intentar llegar puntuales antes del cierre de la guardería formaba parte de la ética o de las normas de buena ciudadanía. Cuando las guarderías introdujeron la multa, lanzaron una señal clara a los padres: ahora nace el «mercado de los retrasos». Los padres (o al menos una parte significativa de ellos) comenzaron a considerar el retraso como una mercancía que podía comprarse pagando, como cualquier otro bien de mercado. ¿Y por qué el retraso no disminuyó después de que desapareció la multa? La explicación que dan los economistas del experimento es interesante: una vez que un bien se convierte en mercancía, es mercancía para siempre (once commodity, ever commodity).

La introducción de la moneda y de la lógica del mercado en un ámbito humano anteriormente regulado por otras normas sociales (respeto, amistad, amor, don...) cambia la naturaleza de esa relación y normalmente la cambia de forma irreversible. No es difícil, entonces, extender los resultados de ese experimento al tema de la amnistía fiscal. Ya hemos dicho varias veces que una ley es, antes que nada, un mensaje dirigido a las instituciones y a los ciudadanos. La mayor parte de las personas, cuando pagan sus impuestos, cuando no se llevan el dinero a un paraíso fiscal o cuando no construyen un balcón ilegal en sus casas, no lo hacen en base a un razonamiento típicamente económico. Existen otros valores no monetarios que entran en juego cuando nos movemos en estos ámbitos; o por lo menos hay muchas personas que no realizan en primer lugar cálculos económicos o mercantiles cuando cumplen con sus deberes como ciudadanos. Esta parte significativa de la población (sigo creyendo que todavía son mayoría en nuestro país) es el núcleo sano, la mejor parte de un pueblo, la que hace prosperar la economía y la vida civil de nuestras ciudades, de Sur a Norte.

Cuando llega una amnistía fiscal o simplemente se anuncia, este mensaje tiene el mismo efecto que la introducción de la multa en Haifa: los comportamientos civilmente reprobables tienden a aumentar. En efecto, mientras que los individuos que razonaban en términos de coste-beneficio monetario antes de la amnistía fiscal siguen actuando en base a la misma lógica e incluso la ven reforzada, después de cada amnistía fiscal hay una parte de los ciudadanos honrados pero decepcionados que cambia de comportamiento, puesto que deja de incluir esos comportamientos ilícitos condonados en el ámbito de la ética pública y los deberes cívicos, para incluirlos en el ámbito del mercado, de los precios y de las mercancías. Una señal inequívoca para comprender si una persona cambia de lógica después de la enésima amnistía fiscal es la triste frase: «ya no merece la pena». Y, como nos recuerda una vez más el experimento de Israel, la cuota de personas que se pasan de las virtudes civiles a la partida doble dar-recibir ya no se recupera, sino que aumentará en la próxima amnistía fiscal. Es más, hay otros estudios experimentales que demuestran que el aumento de la cuota de decepcionados “conversos” no se queda solo en el ámbito fiscal, sino que se traslada a ámbitos contiguos (medio ambiente, construcción…). Estos son los efectos no inmediatamente visibles de una amnistía fiscal, pero son bien reales y tal vez más relevantes que el aumento de la tesorería a corto plazo, porque deterioran el pacto social entre los ciudadanos, premiando a los tramposos y desanimando a los ciudadanos honrados.

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