¿Qué esperar de la nueva encíclica "Caritas in veritate"?

El próximo 7 de julio está previsto que salga publicada la encíclica "Caritas in veritate". Sobre el tema, entrevistamos a Luigino Bruni, Coordinador de la Comisión Internacional de la EdC

n28_pag._06_luigno_bruni_1Antonella Ferrucci: ¿Qué espera de la nueva encíclica, desde el punto de vista de la EdC?

Luigino Bruni: No espero una encíclica sobre la crisis financiera. Si así fuera, pronto quedaría superada. Estoy convencido de que la crisis de la que hablará la encíclica, retomando los grandes temas de la Populorum Progressio y de la Centessimus Annus, tendrá que ver con la valoración crítica de los fundamentos éticos y antropológicos del capitalismo. El mercado es una institución que surge en el corazón de la cristiandad medieval, a partir del pensamiento franciscano, hebreo, tomista. En cambio, el capitalismo es solo la forma que toma la economía de mercado en la modernidad. La Iglesia se encuentra en el origen del mercado y reconoce su valor cívico, pero no puede aceptar que el mercado se convierta en el único criterio sobre el que construir la vida en común, como supone la lógica típica del capitalismo. Así pues, espero una crítica al capitalismo para salvar la economía de mercado, que es una gran herencia del humanismo cristiano. La crítica más importante que se dirige hoy al capitalismo, que va más allá de la Centessimus Annus y recupera algunas instancias muy presentes en la Populorum Progressio, es de tipo antropológico: el ser humano es mucho más que consumidor o ahorrador y más también que empresario o ciudadano. Es persona. Es más grande que cualquier ideología, incluida la capitalista.  Para apreciar hoy, como hace la Iglesia con sus instituciones y carismas, las conquistas cívicas de la economía de mercado (sobre todo en comparación con la economía planificada o la feudal), hay que ser críticos con respecto a ese fundamentalismo del capitalismo, que es la religión atea más radical de la postmodernidad, puesto que elimina de raíz la necesidad misma de Dios.

A.F.: En este contexto ¿qué significado tiene la EdC?

L.B.: La EdC  representa una propuesta importante y estoy convencido de que su experiencia se verá reforzada desde el punto de vista cultural. Es cierto que la EdC no se sitúa fuera del mercado, sino que se mueve dentro de él. Pero, al mismo tiempo, el hecho de proponer que los beneficios sean puestos en comunión, supone una crítica radical al postulado principal de la economía capitalista: la obtención privada del beneficio de la empresa. Desde 1991, la EdC (que nació a la vez que la última encíclica social) vive el mensaje del concilio en la economía, puesto que concibe la economía como expresión de un pueblo, como expresión de fraternidad, reciprocidad y  laicidad responsable y solidaria.

A.F.: ¿Cuál podría ser el mensaje más destacado de la encíclica?

L.B.: No he leído la encíclica, pero a juzgar por la obra de Benedicto XVI y por el debate que ha ido preparando a lo largo de los últimos años la aparición de este documento, espero que vuelvan a situarse en el centro del mercado y con él de la sociedad (hoy ya no es posible separar el mercado del ámbito civil y político), dos principios fundantes de la tradición cristiana: la gratuidad y la reciprocidad. El cristianismo inventó la gratuidad, que es una declinación del ágape y la gracia (charis) y puso la reciprocidad en el centro del nuevo pueblo: “amaos unos a otros”. La clave del cristianismo no está ni el altruismo ni en la filantropía, sino en la reciprocidad. Estas dos categorías (gratuidad y reciprocidad) han sido las más combatidas por el capitalismo. Yo espero que vuelvan a situarse en el centro de los mercados y las empresas. Sin gratuidad, no queda espacio para la vida espiritual; sólo para el nihilismo. La gratuidad, las prácticas de gratuidad, son el “músculo” para vivir la vida interior y con ella la fe. Sin reciprocidad no hay comunidad y sin comunidad agápica no hay cristianismo. Yo espero que aquellos que, al igual que la EdC y gran parte de la economía civil y social, han encauzado su propia vida económica en torno a la gratuidad y la reciprocidad,  encuentren en esta encíclica dignidad teórica y un fuerte impulso para seguir adelante.


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