Por una economía del "ya"

por Luigino Bruni

Introducción del Informe Economia di Comunione 2009/2010

Hemos entrado en el año del 20º Aniversario de la Economía de Comunión o EdC, como la llamamos más familiarmente. Ya sabemos que los cumpleaños Luigino_Brunison también momentos propicios para hacer balances y trazar perspectivas. La EdC está viva y crece en la historia de hoy, entre las crisis y las esperanzas de nuestro tiempo. La propuesta que hizo Chiara de crear en primer lugar empresas y parques empresariales y después (en mayo de 1998) todo un movimiento cultural que diera “dignidad científica” a la praxis, no cayó en el vacío. Fue recogida por miles de personas, muchas de ellas dentro del Movimiento de los Focolares y otras, sobre todo últimamente, fuera de su seno. Un pueblo de personas diversas, unidas por el deseo de cultivar la tierra para que la semilla del carisma de la unidad, sembrada en el campo de la economía moderna, crezca siguiendo la ley inscrita en su ADN y produzca los frutos típicos del carisma recibido por Chiara como don para la humanidad de hoy y de mañana.

Presentamos el tercer informe de la EdC. Este año, por primera vez, además de los datos sobre el uso de los beneficios y sobre los proyectos, incluye una memoria completa de toda la actividad de la EdC que, junto a los proyectos de desarrollo destinados a ayudar a las personas (sobre todo a los jóvenes) a liberarse de las trampas de la miseria, está dando vida, desde abajo y en silencio, a una nueva cultura y está cambiando la vida de cientos de empresarios y decenas de miles de trabajadores.

Pobres, cultura y empresa, “un tercio, un tercio y un tercio”, la primera intuición de Chiara, que no debe ser interpretada como si la EdC tuviera un triple objetivo sino como tres etapas de un mismo proceso de comunión, para contribuir al proyecto carismático de todo el movimiento de los Focolares: que todos sean uno. No habrá mundo unido mientras la economía no sea de comunión. No seremos “todos uno” mientras haya personas que no puedan comer, dar estudios a sus hijos o cultivar su propia humanidad, su vocación y aspiraciones. Mientras haya rascacielos rodeados de “coronas de espinas”. El mundo unido siempre estará delante de nosotros, como toda palabra del evangelio, que comienza en la historia pero se cumple más allá de ella. Toda Palabra “grande” es al mismo tiempo un “ya” y un “todavía no”. Los carismas son siempre un “ya” que indica un “todavía no”. Pero son un “ya”.

Si la EdC dice ya hoy que existen cientos, miles de empresarios capaces de levantarse a las cinco de la mañana por razones más grandes que el beneficio; que hay ya trabajadores que saben contentarse con un sueldo de mercado y no piden aumento cuando saben que el valor añadido que ellos contribuyen a producir no va a parar a los bolsillos del “patrón” sino que sale fuera de la empresa para curar, enseñar y quitar el hambre a otros; si sabe mostrar ya que hay personas dipuesta a no descansar hasta que la fraternidad en la que creen como seres humanos no se traduzca también en igualdad de derechos, oportunidades y capacidades para todas las mujeres, niños y hombres del mundo. Si tenemos aquí y ahora estos “ya” podemos esperar seriamente que lleguen los muchos “todavía no” que tenemos delante. ¿Qué puede hacer la “pequeña EdC” (los datos del informe dicen con claridad cuán pequeños son nuestros números si los comparamos con los grandes números de la filantropía y la cooperación internacional) ante todos los “todavía no” que no se convierten en “ya” tan solo por la maldad y la pequeñez de nuestro tiempo? En efecto, hoy la humanidad cuenta con recursos tecnológicos y financieros suficientes para hacer mucho más en el terreno del “ya”. No todo, pero sí mucho más de lo que hacemos. Podríamos y deberíamos hacer más en el campo de la educación en los países más pobres ¿Cuándo veremos que los mejores profesores universitarios del mundo opulento pasan un semestre en las frágiles universidades de Africa, Camboya o Cochabamba? ¿Cuándo veremos inversiones serias (de más del 50% del total) en energías renovables? ¿Cuándo decidirán las administraciones públicas, el Vaticano,  las diócesis, los movimientos y las ONGs comprar únicamente automóviles ecológicos y de baja cilindrada? ¿Cuándo invertirán todas las empresas y gobiernos del mundo el 20-30% de su PIB en una cooperación seria al desarrollo, que no se limite a las migajas del rico Epulón, sino que se convierta ya en gastos en educación (desde la guardería hasta la universidad), hospitales (los mejores hospitales del mundo hoy deberían estar en Africa), tecnologías avanzadas y limpias, transportes eficientes y seguros, viviendas sanas y dignas? 

El “todavía no” que nos espera en las próximas décadas podría ser testigo de nuevas y grandes crisis globales y tal vez de guerras verdaderamente mundiales, si no se alcanzan estos “ya” y si es cierta la frase de Aristóteles “no podemos ser felices en solitario”.

La EdC también podría y debería hacer más de lo que ha hecho en estos 20 años llenos de frutos maduros. Muchos empresarios y trabajadores de la EdC ya han terminado su viaje terreno (uno de ellos es François Neveux, cuya biografía es, en mi opinión, el libro más hermoso de la EdC porque está escrito con la tinta de la vida). Como signo de un compromiso mayor y más responsable, este año, además del evento de mayo de 2011 en Brasil (al que estamos todos invitados), la EdC ha lanzado a nivel mundial un “proyecto jóvenes”, que tendrá como etapas significativas dos Cursos de Verano internacionales, que se celebrarán uno en América Latina y otro en Africa, durante el mes de enero. Recomenzar desde los jóvenes (que no son el futuro sino una manera distinta de vivir y entender el presente) resulta indispensable para los muchos “todavía no” que quieren convertirse en “ya”.

En la cultura del consumo que hoy domina el mundo, la EdC puede y debe ser un lugar de resistencia, en el que las empresas y los parques empresariales sean oasis (no islas), como lo fueron las abadías medievales, en los que muchos puedan encontrar esperanza y en los que se guarde el ADN de la gratuidad. En un mundo donde con dinero se puede comprar (casi) todo, el dinero tiende a convertirse en todo. Recordar y vivir en esta era del tener la cultura del dar y de la gratuidad tiene un gran valor no sólo económico sino de resistencia cultural, de batalla cívica, de amor por la humanidad de hoy y de mañana.


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