Bruni: «La comunión es el nuevo nombre de la paz»

Entrevista con Luigino Bruni

por Angelo Sconosciuto

publicado en Fermento (Quincenal de la Diócesis de Brindisi-Ostuni), año 32°, nº. 10 (15 noviembre 2009)

El año pasado publicó el libro «Bendita economía», escrito a cuatro manos para responder a una pregunta de fondo sobre el lugar que tienen en la economía la gratuidad, la “vocación”, los “carismas” y las motivaciones intrínsecas. Luigino Bruni enseña economía política en la Universidad Bicocca de Milán, es co-editor de la International Review of Economics (IREC), además de miembro del comité editorial de las revistas "Nuova Umanità", "Sophia" y "RES" y miembro del comité ético de Banca Etica. Ahora enseña economía política en el Instituto Universitario Sophia de Loppiano y es coordinador de la Comisión Internacional de la Economía de Comunión. En Internet se puede encontrar todo sobre él, incluso un dicho-programa anónimo que da que pensar: «La vida es la lección más bella». 

Profesor Bruni, en su opinión ¿cuál es la verdadera novedad que aporta la Caritas in Veritate a la doctrina social de la Iglesia?

«En primer lugar, Benedicto XVI recupera para el debate actual, reconociendo su valor, el gran magisterio social de Pablo VI. En la misma introducción dice que la DSI no tiene sólo a la Rerum Novarum come piedra miliar, sino también a la Populorum Progressio, que representa el otro gran acontecimiento sobre el que se apoya la enseñanza social del pos-concilio. Esta herencia y esta valoración de la Populorum Progressio no se debe únicamente a la coincidencia reciente del 40 aniversario de la encíclica de Pablo VI, sino sobre todo a la voluntad expresa de Benedicto XVI de relanzar en la DSI los grandes temas del capitalismo, la justicia mundial y el desarrollo de los pueblos, temas que quedaron un poco en el trasfondo de las últimas encíclicas sociales. Así pues, volver a poner en el centro los temas del progreso en la época de la globalización significa que también es central, dentro de la DSI, el gran tema de la crítica al capitalismo, Podríamos resumir este primer elemento de la encíclica de la siguiente manera: si queremos salvar la aportación cívica típica de la tradición civil y de la economía de mercado (que son, también y principalmente, fruto del humanismo cristiano), cada vez es más urgente abordar la crítica a la forma capitalista que la economía de mercado ha asumido durante los dos últimos siglos.

La segunda novedad está estrechamente relacionada con la primera y se enuncia desde las primeras líneas de la encíclica, cuando Benedicto XVI afirma que la Caritas, el amor (eros, philia y agape), es el fundamento tanto de la vida espiritual, eclesial y comunitaria, como de la vida económica y política: “da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (nº 2). En mi opinión, esta frase es revolucionaria. Una de las grandes constantes que hemos mantenido desde el mundo griego y romano es una visión dicotómica de la vida: cuerpo-alma, espíritu-materia, contemplación-acción, eros-agape. Esta visión dicotómica o dualista sigue siendo muy fuerte en el ámbito económico y civil, como cuando se afirma, en la teoría y en práctica, la contraposición entre gratuidad y mercado o entre don y economía. El Papa nos invita, como hizo ya en sus anteriores encíclicas, a esta nueva unidad: es el amor, un mismo amor, el que puede y debe inspirar el don y el contrato, la familia y la empresa, el mercado y la política. Todo el capítulo 3 de la encíclica habla de la necesidad de reunificar la vida desde el corazón del mensaje cristiano. La encarnación del Verbo ha superado para siempre la separación entre sagrado y profano. No hay ámbitos plenamente humanos y otros que no lo son. Podemos alcanzar la vida buena y la santidad, por supuesto a través de la vida contemplativa y la oración, pero también siendo empresarios y trabajando o comprometiéndonos en política por nuestra gente. Si el amor es la fuente tanto del don como del contrato, eso quiere decir que es posible amar también cuando se ejecuta la contraprestación de un contrato. La gratuidad no va unida al regalo, a lo que se da gratis, sino que es una dimensión que acompaña todas las acciones humanas y que, por ello, puede y debe estar presente en la vida ordinaria.»

Uno de los primeros comentarios ha sido el de Stefano Fontana, que ha hecho la siguiente observación: "La encíclica social Caritas in veritate transforma la doctrina social de la Iglesia nada menos que en la relación entre la Iglesia y el mundo". Recordando lo que escribió Juan Pablo II en el nº 41 de la Sollicitudo, le pregunto: ¿el ámbito le parece más amplio o más restringido?

«Me parece una tesis sugerente pero un poco fuerte. Es cierto que hay elementos nuevos, pero lo que hay sobre todo es una fuerte continuidad con las encíclicas sociales del siglo XX. Aunque ciertamente hay novedades en la visión de la economía y del mercado, como acabo de señalar ».

Anunciada para el 40º aniversario de la Populorum progressio, esta encíclica se ha publicado coincidiendo con una reunión del G8 convocada para tratar sobre la crisis económica mundial que alcanza su segundo año de vida. Una lectura apresurada haría pensar que está dirigida a los poderosos de la tierra, pero el Papa Benedicto la envía a “todos los hombres de buena voluntad”. ¿Qué compromisos pueden estos últimos encontrar en sus páginas?

«No se si la habrán leído, estoy casi seguro de que no. Evidentemente, eso no quiere decir que sea irrelevante, sino que la encíclica producirá efectos sobre los “grandes” y “pequeños” de la tierra, siempre que los cristianos vivamos cada día las realidades sobre las que en ella se escribe. Las encíclicas tienen fuerza porque están escritas con la sangre de los mártires, con la vida de aquellos que dan credibilidad histórica a los principios que en ellas se enuncian. Esta encíclica tendrá influencia si da vida a una nueva era de economía civil y de comunión. En caso contrario seguirá siendo un documento, importante, pero un texto de papel ».

La Iglesia no está contra el mercado, siempre que éste no se reduzca a la búsqueda del beneficio y admita la presencia de distintas formas económicas. Este parece ser el mensaje de la Caritas in Veritate ¿Qué distancia existe entre nuestra vida diaria y esta visión de la sociedad?

«Dicho con otras palabras: Quienes, como la Iglesia, aprecian y valoran la economía de mercado (sobre todo si se compara con otras formas como el colectivismo, el comunitarismo o la economía jerárquica feudal), deben criticar duramente la sociedad de mercado, es decir, la vida en común regulada únicamente por el mercado con sus mecanismos e instrumentos (competencia, contratos, incentivos, etc). Sin mercado no hay vida buena, pero sólo con el mercado la vida todavía es menos buena, puesto que se atrofian y marginan otros principios y mecanismos fundamentales para la vida en común, que no pueden reconducirse al contrato, como el don y la reciprocidad. Pero si, como nos recuerda la encíclica, la gratuidad es la dimensión en la que se funda lo humano, de ahí se deduce que el beneficio no puede ser la finalidad de la empresa, de ninguna empresa y no solo de las que no buscan el lucro, porque cuando eso ocurre (como en la reciente crisis financiera), todo en la actividad económica y empresarial se instrumentaliza, la persona, la naturaleza, las relaciones, y nada tiene valor intrínseco. Así se supera la otra gran dicotomía de la economía actual, entre empresas con y sin ánimo de lucro, o la idea del tercer sector, ya que cualquier empresa, por el hecho de serlo, tiene una vocación cívica y no solo las que operan en el tercer sector o carecen de ánimo de lucro. De ahí la referencia del Papa a la economía civil y de comunión (nº 46), cuyo significado solo se puede entender en el conjunto de la encíclica ».

Algunos medios de comunicación han hablado de la encíclica de la crisis económica. Supongamos que sea así, aunque expresamente está dedicada al “desarrollo humano integral en la verdad y en la caridad”. Cuando pase esta crisis económica, que representa la parte contingente, ¿qué quedará de estas páginas como patrimonio permanente?

«Esta encíclica fue pensada antes de la crisis, ya que, como se sabe, tenía que publicarse por el 40ª aniversario de la Populorum progressio. Así pues, no es una respuesta a los acontecimientos de septiembre de 2008. Por eso, durará bastante más que esta crisis financiera y económica, porque es una respuesta a la crisis antropológica que está debajo de esas crisis. En conclusión, al comienzo de la encíclica el Papa se plantea cómo actualizar las preguntas y los desafíos de la Populorum Progressio (nº 8). A la luz de la encíclica, sigue siendo actual la idea de que el desarrollo es la condición necesaria para la paz, pero en estos cuarenta años hemos entendido que el desarrollo económico no basta para evitar las guerras; hace falta también la comunión de los bienes y la solidaridad entre los pueblos, desde el momento en que las últimas guerras y el terrorismo muestran que este sistema capitalista que aumenta las desigualdades es insostenible. Por eso, creo que podemos interpretar uno de los mensajes centrales de la encíclica como “la comunión es el nuevo nombre de la paz”. Creo que la comunión será también el reto de la economía y de la paz para los próximos años ».


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