Limitados pero grandes

Limitados pero grandes

Comentarios – Objetivos para Italia y para Europa

por Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 10/11/2011

logo_avvenireHace meses que el capitalismo está en llamas. En Europa el incendio se extiende con fuerza y ahora Italia está en el centro. Cuando se declara un incendio en una casa o en un barrio, para dominarlo es indispensable actuar rápidamente, llamar a los bomberos y dejarles actuar con sus medios. Durante esta crisis, Europa, por usar una feliz metáfora del economista Pier Luigi Porta, en lugar de llamar inmediatamente a los bomberos ha convocado varias reuniones de vecinos y de barrio antes de intervenir. Y cuando por fin las instituciones europeas se han dado cuenta de que el incendio iba en serio, que no se apagaba sólo y que hacían verdaderamente falta los bomberos, ha realizado el triste descubrimiento de que no había bomberos o por lo menos no tenían bombas, mangueras ni camión; solo había empleados en las oficinas y en el call center.

Italia está bajo el fuerte, tenaz y continuo ataque especulativo de unos operadores-cazadores que han visto que el animal tiene problemas e intentan aprovecharse para despedazarlo, si pueden. La gran incertidumbre, el inmovilismo de la política, la enorme deuda y el bajo crecimiento están transformando Italia en un gran enfermo al que los vecinos miran con preocupación por miedo al contagio. Triste suerte para un país que tiene el tercer PIB de la eurozona, cofundador de la idea y de las instituciones de Europa. Pero no es menos cierto y no nos cansaremos de repetirlo, que no saldremos de esta crisis sin una reforma de Europa y de sus instituciones.

Si en estos momentos hubiera un banco central europeo que desempeñara las funciones de cualquier banco central, estos ataques especulativos ni siquiera se hubieran iniciado, dada la fuerza de la economía real europea. Pero en estos días se han añadido dos elementos nuevos: la incertidumbre sobre el inminente futuro del gobierno italiano y el fracaso sustancial del G20.

Las decisiones que Europa no ha tomado y la petición de intervención del Fondo Monetario Internacional en el caso de Italia, han sido señales que, en opinión de los expertos, en la dirección contraria a la que tal vez se quería indicar. En lugar de tranquilizar a los operadores, han sido la confirmación de que Europa carece de fuerza política e Italia es cada vez más un eslabón débil y por ello fácilmente atacable.

¿Qué podemos hacer aquí y ahora? No hay que esperar ni un minuto más de lo estrictamente necesario para emitir una señal clara a la opinión pública interior e internacional. Hay que esperar que el parlamento actual de signos de madurez institucional y de responsabilidad para con el país, haciéndose cargo de la urgencia que plantea una crisis que está quemando enormes recursos y poniendo todavía más en peligro el trabajo de los italianos. El jefe del Estado ha señalado, por otra parte, con mucha claridad la disyuntiva: o un nuevo gobierno que haga las cosas que hay que hacer en un plazo limitado (tanto en el plano económico como en el institucional y en la ley electoral) o convocatoria de elecciones a la mayor brevedad posible. Cada uno deberá asumir su propia responsabilidad, sabiendo que la cuenta la pagan ya desde ahora los italianos.

Además, hay varias propuestas que surgen estos días de la sociedad civil y de los expertos (una de ellas es la de los bonos italianos, una movilización nacional desde abajo para comprar nuestros propios títulos de deuda), pero el único lenguaje que entienden los mercados es el de los hechos. Hay que tener en cuenta, actuando políticamente en consecuencia, que en Italia se está jugando un partido más grande que nosotros, que no podemos ganar sin una nueva política europea y sin una nueva Europa. Para terminar, debemos recordar que en cualquier cadena el anillo más importante es el más débil, porque de él depende la resistencia de toda la cadena, que se rompe precisamente cuando cede el anillo débil.

A este paso, la cadena del euro se romperá pronto, con costes altísimos e imprevisibles. Pero no es un resultado inevitable, a condición de que Europa abra, inmediatamente y con decisión, una fase constituyente para revisar los Tratados que conduzcan a una nueva y distinta unidad política, a una política monetaria y fiscal común y a la emisión de bonos europeos (tal vez para financiar grandes inversiones, que no carguen aún más las exánimes deudas públicas de los estados individuales, quienes sin embargo tienen una enorme necesidad de inversión para relanzar el crecimiento). Nadie, ni la política, ni la economía ni los especuladores, está interesado en la caída del euro y de Italia. Sería un error demasiado grave del que todos y cada uno saldríamos empobrecidos.

Pero la historia se encuentra llena de errores, incluso graves, cometidos colectivamente sin que nadie individualmente los deseara, cuando las crisis superan un umbral crítico. Hagamos todo lo necesario para que este umbral no se supere. Pongámonos objetivos limitados –o, mejor dicho, precisos – y grandes.

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