10 años perdidos para la Tobin Tax

10 años perdidos para la Tobin Tax

Los Editoriales de Avvenire - Europa, hoy en una encrucijada, debe encontrar el camino

Escuchar a los jóvenes, elegir bien

10 años perdidos para la Tobin Tax

por Luigino Bruni

publicado en Avvenire el 19/08/2011

logo_avvenireLa Tobin Tax no es una idea nueva, pero es una idea significativa y relevante cuyo único defecto es que llega tarde. Pero también en este caso se puede aplicar el antiguo proverbio africano: “El mejor momento para plantar un árbol era hace veinte años, pero si no lo hiciste, el momento mejor es ahora”.

Alrededor del año 2000 se desencadenó una fase dinámica en el debate sobre este impuesto, dentro del movimiento juvenil que arrancó en Johannesburgo y culminó en Génova en julio de 2001. Dos meses después de los tristes acontecimientos de Génova, se produjo el atentado a las Torres Gemelas, que desvió por completo la atención de la opinión pública internacional y de la política, pasando de la Tobin Tax y del gobierno de la globalización financiera al terrorismo y a las guerras. Así comenzó un periodo de “distracción” de los temas de la especulación financiera, del que nos despertamos trágicamente con la crisis del 2008, cuando nos dimos cuenta de que durante nuestra distracción global en realidad las finanzas especulativas sin reglas ni controles habían crecido y se habían hecho hipertróficas, hasta llegar al borde del abismo.

Así pues, la primera lección que debemos aprender de la historia de estos últimos años es inmediata pero importante: cuando los jóvenes protestan juntos, en gran número y a escala mundial, muchas veces detrás de esa protesta, tal vez desorganizada y mal articulada, se esconde una pregunta importante a la que hay que prestar oídos más allá de que las respuestas sean parciales o erróneas. Si hubiéramos escuchado, comprendido y asumido las demandas que aquellos jóvenes lanzaban al mundo de la economía y de las finanzas de finales de siglo, es decir un gobierno más atento a las nuevas dinámicas de la globalización de los mercados financieros, tal vez la grave crisis que nos sigue afectando pudiera haberse evitado.

Pero para entender el significado y la finalidad de una tasa propuesta en su tiempo por el premio Nobel James Tobin  (uno de los mayores investigadores de las finanzas de todos los tiempos; este es un dato que debería decirnos algo), puede ser de utilidad recordar cuáles son las tres funciones principales de las tasas (o de los impuestos) en las democracias modernas.

La primera es la más evidente y menos controvertida desde el punto de vista ideológico: la financiación y la construcción de bienes públicos. Esta primera función de los impuestos no exige necesariamente altruismo ni virtudes cívicas especiales, sino únicamente la confianza y la esperanza en que la gran mayoría de los demás conciudadanos no sean evasores (una confianza que hoy en Italia podría llamarse también virtud), pero es esencialmente un costo coordinado para producir bienes que requieren la contribución de todos (seguridad, infraestructuras…).

La segunda función es clásica: la redistribución de la renta. Los impuestos se convierten en instrumentos de solidaridad y fraternidad social y dicen con los hechos que un pueblo es también una comunidad con un bien común que hay que garantizar y salvaguardar, y pueden apoyarse también en una forma de racionalidad auto-interesada (como nos ha explicado el filósofo J. Rawls), como cuando pensamos que las personas desfavorecidas de mañana podríamos ser nosotros o nuestros hijos.

La tercera función, la más olvidada, es incentivar los bienes llamados “meritorios” (de mérito) y desincentivar los bienes “demeritorios”. Se gravan con menos impuestos los bienes considerados útiles para el bien común (cultura, educación...) y con más impuestos los bienes que en realidad son “males” (tabaco, alcoholes...). En este último caso, los impuestos desempeñan la función de orientar el consumo de la gente hacia sectores éticamente sensibles, donde entran en juego valores de interés colectivo.

Normalmente los impuestos desempeñan alguna de estas tres funciones y es muy raro que se den todas juntas. La Tobin Tax es precisamente uno de ellos. En efecto, contribuir a dar orden y estabilidad a los mercados financieros significa hoy generar una especie de bien público de gran valor incluso económico. El efecto redistributivo es evidente, si se utilizan, como parece obvio, los ingresos para construir infraestructuras, sanidad y educación en los países en vías de desarrollo. Por su parte, la especulación financiera presenta aspectos de bien demeritorio, ya que los sujetos privados descargan en el sistema los riesgos excesivos que estos instrumentos originan, creando las típicas “tragedias de los bienes colectivos”.

El reto crucial consiste en adoptar un impuesto parecido, a un nivel lo más global posible, ya que el ámbito de las finanzas es el mundo y, como ya se ha dicho en otras intervenciones, la normativa sólo puede ser global si quiere ser eficaz y no desviar recursos a otros mercados. Además es necesario asociar la aplicación del impuesto con una seria lucha contra el escándalo de los paraísos fiscales, una realidad que nos costará mucho explicar a nuestros hijos sin enrojecer de vergüenza.

Pero aunque únicamente la adoptara Europa, estoy convencido de que la Tobin Tax representaría una gran señal de civilización, que no sólo favorecería a la sociedad civil sino también a los propios mercados, que necesitan democracia y reglas para durar en el tiempo. Europa ha sido la patria de la economía moderna y de las finanzas, ha sido capaz de inventar estas instituciones y estos instrumentos que la han hecho grande y que han hecho posible el desarrollo y la democracia para millones de personas, faro para la humanidad de los últimos siglos. Hoy Europa está en una encrucijada: seguir la lógica del corto plazo y los intereses de los poderes fuertes, sin tocar el status quo del mercado financiero que no es libre sino rehén de los grandes fondos; o dar una señal de civilización con una decisión valiente en línea con su gran historia y con sus profundas y todavía vivas raíces humanistas y cristianas.

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