Purgatorio fiscal

Purgatorio fiscal

Impuestos y justicia

por Luigino Bruni

publicado en Cittanuova.it el 18/03/2010

Puntualmente vuelve a la palestra el tema de la reforma fiscal y la lucha contra la evasión fiscal, una enfermedad que no afecta solo al sistema fiscal sino a toda la vida cívica, ya que mina de raíz el “pacto social” que existe entre los ciudadanos. Cada cierto tiempo deberíamos recordarnos cuál es la lógica de los impuestos en una democracia moderna. Los impuestos tienen tres objetivos: tienen una función de redistribución de la riqueza de los más ricos hacia los más pobres; además son un instrumento para animar el consumo de bienes meritorios (arte, educación, cultura…) y desincentivar el de los no meritorios (tabaco, licores…); finalmente sirven para financiar los bienes públicos como las carreteras, la seguridad o la sanidad.

Estas tres funciones tienen sentido para las sociedades que se sienten unidas por un pacto, que tienen una dimensión colectiva que es más que una suma de contratos y de acciones individuales y privadas. Pensemos, por ejemplo, en los bienes públicos: Si su costo es de 1.000 y somos 100 los que pagamos impuestos, cada uno contribuye con una media de 10. Pero si somos 100 ciudadanos y sólo 50 pagan impuestos, la media de los que contribuyen es de 20. Pagan por ellos mismos y por los tramposos. Por eso, cuando la evasión fiscal supera un umbral crítico, mina los cimientos del pacto social, puesto que rompe la confianza que mantiene unidos a los pueblos y a cualquier comunidad política.

Cuando se habla del escándalo de los paraísos fiscales – “lugares” por donde transita muchas veces el dinero blanqueado de violencia y de sangre –, hay que tener en cuenta que también existen muchos purgatorios fiscales. Los de aquellos que, a causa del paraíso de los tramposos, tienen que sostener una presión fiscal demasiado alta, injusta y muchas veces insostenible. Un purgatorio que se transforma en infierno cuando un empresario que vive la legalidad en sectores de alta evasión fiscal se ve obligado a cerrar las puertas de su empresa. La cultura fiscal solo se puede cambiar a largo plazo, realizando diariamente actos virtuosos, empezando por el colegio. Cuando un muchacho pregunta «¿por qué hay paraísos fiscales?», la respuesta no es fácil, pero siempre podemos desearle que su generación sea la primera en eliminar esta vergüenza colectiva.


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