Fiarse está bien. No fiarse es peor

Fiarse está bien. No fiarse es peor

Dar confianza en las relaciones cívicas, sociales y económicas puede ser arriesgado, pero produce bien común. Un estudio de Vittorio Pelligra.

Luigino Bruni
publicado en Città Nuova n. 4/2008 

La confianza juega un papel fundamental también en las complejas estructuras sociales globalizadas de hoy en día. Cada vez está más documentado que las economías y las sociedades que funcionan y crecen son aquellas en las que las personas se ven unas a otras como sujetos dignos de confianza y consideran la traición de la confianza como una excepción a la regla.

Donde sucede lo contrario, es decir donde cada uno (estado incluido) trata a los demás como potencialmente deshonestos, la economía no es la única que no crece, sino que la vida cívica retrocede y los conflictos aumentan. El dicho “fiarse está bien pero no fiarse es mejor” es peligroso y dice mucho de la cultura de un pueblo y de sus peligros.
La vida en común se rige por pactos implícitos de confianza, sin los cuales no sólo no podríamos realizar intercambios en el mercado, sino tampoco llevar al niño a la escuela o preguntarle a un farmacéutico.
Más que el interés, el gran adhesivo de la sociedad es la confianza.
Pero en cuanto queremos comprender la morfología de la confianza y saber algo acerca de cómo, cuándo, por qué y en qué condiciones nos fiamos de los demás, nos damos cuenta de que un concepto que parece tan sencillo y primitivo se hace de repente complejo, articulado y muchas veces contra-intuitivo.  Necesitamos instrumentos más sofisticados.
Para esto contamos con el reciente libro de Vittorio Pelligra, profesor de economía en la Universidad de  Cagliari, “Las paradojas de la confianza” (Il Mulino).
Pelligra es un economista, pero es más que eso. Es sobre todo un científico social que utiliza el lenguaje de la economía (sobre todo la teoría de juegos y la lógica relacional) para explicar fenómenos sociales (no sólo económicos) complejos.
En efecto, en “Las paradojas de la confianza” aparecen guarderías, análisis del conflicto, donaciones de sangre, teoría de las constituciones y de los sistemas legales, motivaciones intrínsecas, gratuidad y mucha psicología. Aparecen también muchas teorías sobre la confianza. Pero también, y me gustaría decir que sobre todo, es un ensayo que contiene una teoría original sobre la confianza, que el autor llama correspondencia fiduciaria. ¿De qué se trata? Para comprenderla en toda su extensión es oportuno analizar los resultados de los experimentos realizados por el propio Pelligra.
Además es posible intuir las consecuencias de dar/recibir confianza  pensando en nuestras relaciones interpersonales.
Cuando sabemos que quien nos da su confianza está arriesgando personalmente, en nosotros nace el deseo de ser dignos de ella. En otras palabras, recibir confianza genuina y desinteresada nos cambia, nos hace mejores y más capaces de no traicionar a quien deposita su confianza en nosotros.
Sobre la base de esta intuición antropológica antes que analítica – que en Pelligra madurará sobre todo fuera del ámbito académico (la vida es la fuente de toda intuición, sea o no científica) -, los capítulos de “Las paradojas de la confianza” nos guían a través de un apasionante itinerario hacia el descubrimiento de las distintas dimensiones de la confianza. Llegados al final, nos damos cuenta de cuán preciado es este bien inmaterial para nuestras sociedades. Preciado y frágil.
La lectura de este ensayo es también un curso – para estudiosos y ciudadanos pero también para políticos – para aprender a proteger y cuidar el delgado hilo de oro de la vida en común. Para que nos demos cuenta de que fiarse está bien, aunque cueste y sea arriesgado, porque es sobre todo esta confianza la que produce el bien común y el desarrollo cívico.


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