Cambiemos de consumo (y de lógica)

Cambiemos de consumo (y de lógica)

Pasar del consumo individual al colectivo. Menos cosas y más bienes de ciudadanía.

de Luigino Bruni
Publicado en Città Nuova nº. 01/2009

Los debates sobre la crisis que aparecen continuamente en los medios de comunicación presentan un escenario con dos únicos actores, que son siempre los mismos: Mercados y Estado. La discusión, tanto sobre el origen de la crisis como sobre sus posibles vías de solución, se mueve siempre entre estos dos polos. Pero pocas veces se pone de relieve que por detrás, por delante y al lado de esta crisis, lo que hay es, sobre todo, una crisis moral, civil, política y antropológica, que afecta a nuestra relación con los bienes y a nuestros estilos de vida.

 

Tomemos como ejemplo la insistente invitación a consumir más que invade nuestras casas estos días. Quienes lanzan este tipo de recetas para salir de la crisis, siguen considerando lo que ocurre como una enfermedad interna del sistema económico. Por eso la quieren resolver sin salirse del ámbito de la economía, a lo sumo volviendo a poner en el centro a la economía real (producción y consumo) que había quedado desplazada en estas décadas de borrachera financiera. En realidad las cosas son más complicadas y en buena medida son distintas de como nos las cuentan. Podríamos resumirlo de este modo: el consumo no es la cura, sino la enfermedad. Veamos por qué.

Uno de los principales factores desencadenantes de la crisis fue el llamado “caso de las hipotecas subprime”. Las familias americanas habían llegado a un punto en que ya no consumían lo suficiente (la industria automovilística, por ejemplo, ya había entrado en crisis), así que había que relanzar el consumo. La compra de una casa pareció un buen instrumento, pero había que rebajar los tipos de interés para hacerla posible. Pero con tipos bajos los bancos ganaban poco. Así se produjo la expansión de los mercados de títulos derivados, con tipos de interés artificialmente más altos. Hoy, para salir de esta crisis, se plantean cosas parecidas. Resulta raro y grave que tanto economistas como políticos permanezcan callados y no digan nada: en Estados Unidos los tipos de interés están cerca del 0% y Europa parece seguir el mismo camino. Todo para relanzar una vez más el consumo. Pero de vez en cuando deberíamos recordar que el interés no es sólo un coste para las empresas y las familias endeudadas, sino que también es un ingreso para quienes prestan dinero a esas empresas y familias. Pero, sobre todo, los tipos de interés, en una economía sana, son también un indicador de confianza y de esperanza en el futuro: hoy invierto 100 y mañana espero recibir los frutos de esa inversión. Un tipo de interés cero indica precisamente la ausencia de la confianza y la esperanza que se pretenden “relanzar”. Además ¿quién está dispuesto a prestar dinero a tipo cero? ¿Las familias? ¿El estado?  Pero si el estado no consigue vender todos los títulos que emite, la crisis llegaría a ser verdaderamente insostenible.

Entonces ¿podemos hacer algo que sea creíble y sostenible?
Antes que nada hay que relanzar el consumo colectivo y comunitario y reducir el consumo individual. Muchos han acogido con entusiasmo, por ejemplo, la implantación de la “social card”, porque se trata de otro instrumento para relanzar el consumo. Pero a la vez se está reduciendo, y se reducirá aun más, la transferencia de impuestos a las administraciones locales, que se traducirá en una disminución de bienes y servicios públicos, tales como el transporte, la sanidad y la educación (también hay que leer la crisis de la educación desde esta perspectiva). Así pues, el problema no es sólo el consumo, sino el tipo de consumo. Si los transportes y la sanidad disminuyen o empeoran y el trabajo se hace más inestable y precario, el costo para las familias es mucho mayor que los escasos cientos de euros de la social card. Es en las necesidades y en los bienes colectivos donde se juega hoy no solo el relanzamiento de la economía, sino también de la democracia y la ciudadanía.

Finalmente, la política económica debe ser más valiente y coherente. En primer lugar hay que recordar la antigua verdad (hoy totalmente olvidada) de que la primera manera, y la más seria, de relanzar el consumo es relanzando la ocupación y el trabajo. Cuando se está desempleado, la invitación al consumo es frustrante y ofende profundamente a las personas.
Además, no es posible denunciar, por una parte, la cuestión medioambiental y energética y por la otra impulsar el consumo de automóviles o hacer que los transportes públicos sean más escasos y más caros. Una política económica seria debería hoy incentivar el transporte público, hacerlo económico y accesible, cerrar al tráfico el casco histórico de las ciudades, desincentivar el uso del automóvil particular, sobre todo el de gran cilindrada. Se trata de políticas económicas anti-populares, que conllevan un coste y que exigen el compromiso de todos, pero que, precisamente por ello, si se llevan a la práctica, pueden ser sostenibles y serias.

En este nuevo año no se trata de consumir necesariamente menos (que también), sino sobre todo de consumir de otra manera: menos cosas y más bienes de ciudadanía, menos consumo privado y más consumo colectivo y público.

Una última nota. Es necesario que también con respecto al consumo empecemos a pensar globalmente. La globalización debería llevarnos a pensar en relanzar el consumo “bueno” en términos globales y no vinculado solo a una nacionalidad. Sin una política mundial que se ocupe del consumo colectivo y público de los países que siguen excluidos, es difícil imaginar una auténtica salida de la crisis. Hoy nos encontramos ante un cambio de época, que no puede quedar sólo en manos del consumo y del ahorro privado, ni sólo en manos de los gobiernos nacionales o regionales. Es necesaria una alianza global y mundial que, después de haber globalizado los costes de la economía global y sus fragilidades, empiece a globalizar los derechos y las oportunidades para todos los ciudadanos del mundo. ¿Es una utopía? No lo creo. Hay que pensarlo, imaginarlo, desearlo y a continuación empezar por nosotros mismos.

Vita:


El semanario Vita va a publicar mi “vocabulario de economía civil”, que aparecerá todas las semanas a partir del 9 de enero. La primera palabra será “trabajo”.


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