La profecía de la Economía de Comunión

Palabra - La profecía de la Economía de Comunión

Luigino Bruni

Publicado en la revista Palabra de mayo de 2017

170511 palabraLa Economía de Comunión (EdC) fue iniciada por Chiara Lubich hace veinticinco años, en mayo de 1991, al comienzo de los grandes cambios que hoy vemos en (casi) todo su desarrollo. Estábamos en el día siguiente de la caída del muro de Berlín, pocos días después de la publicación de la encíclica Centesimus annus (1 de mayo), donde Juan Pablo II, bajo el impulso del Espíritu Santo y del espíritu del tiempo, expresaba una valoración nueva y positiva de la empresa y del libre mercado.

En aquel mundo y en aquel tiempo, la propuesta lanzada por Chiara Lubich a los empresarios, de compartir la riqueza e incluso los beneficios para ocuparse directamente de la pobreza y de la difusión de la “cultura del dar”, y al pueblo “focolarino” brasileño, de intensificar la comunión de los bienes y de los talentos, resonó como una gran innovación, que hizo de la EdC una novedad económico-social, importante y situada en la frontera de la responsabilidad social de la empresa, que vivía aún sus primeros tiempos. No era solamente, como dijo algún economista, una reedición del “patronato católico”, sino que contenía una idea distinta de la naturaleza de los beneficios y en consecuencia de la actividad de la empresa, y una visión de la compañía como bien común, en una perspectiva global y mundial (no común en aquellos años). La presencia de las “ciudadelas”, y en ellas de los “polos industriales” (son términos típicos de la tradición de la EdC, para los que pueden encontrarse referencias en la página internacional www.edc-online.org), el importante papel de los jóvenes y de los estudiosos que enseguida se  implicaron, hicieron de la EdC una de las esperanzas del cambio de milenio, una “utopía concreta” para una  renovación de la economía en relación con la pobreza y las desigualdades, que ya aparecían como el gran reto ético de la época de la globalización

Transformaciones

El lenguaje y la primera mediación cultural y económica de la intuición de Chiara (que era antropológica, espiritual y social, y por eso pre-económica) fueron los disponibles en aquel momento de la vida de la sociedad, de la Iglesia, del pueblo brasileño y del Movimiento de los focolares. A más de un cuarto de siglo de distancia, sin embargo, el gran reto colectivo con que se encuentra la EdC es intentar expresar las intenciones centrales de 1991 en palabras y  categorías capaces de hacer hablar hoy a las primeras instancias que llevaron al nacimiento del proyecto, en un mundo social, espiritual y económico que en estos 25 años ha cambiado radicalmente, conscientes de que la frontera de la responsabilidad ética y social de las empresas y la comprensión de la pobreza se han movido mucho más adelante con el cambio de milenio. El social business se ha convertido en un movimiento variado y en veloz crecimiento, diversas formas de sharing economy son ya importantes experiencias en diversos lugares del mundo, la reflexión sobre la pobreza y las acciones para aliviarla se han enriquecido y han adquirido complejidad. Compartir los beneficios de las empresas en favor de los pobres y los jóvenes al final del segundo milenio representaba  por sí mismo una innovación. En un mundo económico hoy radicalmente transformado por la globalización, la EdC se está regenerando. A lo largo de la historia, el renacimiento ha sido posible cuando los movimientos ideales y carismáticos han sido capaces de cambiar las respuestas históricas para volver a las primeras preguntas carismáticas –lo hemos visto muchas veces en el curso de la historia (sobre estas dinámicas, cfr. también L. Bruni, La distruzione creatrice, Città Nuova Editrice, Roma 2015). Toda reforma y toda regeneración son siempre una operación de actualización y cambio de las respuestas para ser fiel a las preguntas carismáticas originales. Toda decadencia, en cambio, comienza con el apego a las respuestas concretas e históricas y el olvido de las preguntas originarias. También para la EdC,  cuyo reto decisivo de hoy y de mañana consiste y consistirá en procurar volver al espíritu de las preguntas fundantes de Clara en 1991 y actualizar las respuestas concretas que aquellas preguntas han encontrado en el curso de sus primeros 25 años. Una operación que cada generación está llamada a hacer, a fin de que la Economía nueva soñada y querida en aquel mayo de 1991 sea viva y fecunda. Como también ha dicho el Papa Francisco a la EdC en el histórico encuentro del 4 de febrero pasado.

La cuestión que se ha vuelto crucial en torno a la experiencia de la EdC es, entonces: ¿cuáles son los elementos esenciales de aquellas primeras preguntas? ¿Y cómo pueden cambiar las respuestas que hemos dado hasta ahora, para “hablar” con quien hoy tiene las mismas exigencias de justicia y de comunión?

Nuevas respuestas

Al intentar plantear las preguntas antiguas-nuevas a la EdC de hoy, deberíamos intentar, y no solo idealmente, un experimento.  Deberíamos mirar nuestro capitalismo desde la perspectiva de un niño que hoy nace en el Congo, o de una niña que nacerá en Europa dentro de veinte años. Estos niños tienen el derecho de hacer preguntas más grandes y radicales que las nuestras, porque el derecho a hacer preguntas grandes a los adultos es un derecho de todo niño, y porque hoy están creciendo en un planeta deteriorado por el modelo de desarrollo implantado por sus abuelos, dentro de comunidades más frágiles y menos capaces de hacerlos crecer y de cuidarlos cuando sean viejos, junto a las nuevas potencialidades que le abre nuestro tiempo.

En el DNA de la EdC encontramos al menos dos elementos. Ante todo, la idea de que la tarea ética de los propietarios de las empresas no se agota una vez respetada la ley en sus diversas expresiones (incluido el fisco) y las demás normas sociales vigentes en una cultura dada. Al emprendedor se le pide más, y se le da más. Se le/les dice que las pobrezas del mundo, cercano o lejano, le afectan directamente. El emprendedor de comunión es alguien que inserta intencionalmente la reducción de las pobrezas y las desigualdades del capitalismo dentro de sus propios objetivos empresariales y personales. Los empresarios brasileños que se encontraban frente a Chiara Lubich en mayo de hace 25 años eran en general personas que ya respetaban las leyes cuando hacían empresa. Chiara les propuso algo que iba más allá de las obligaciones morales y sociales ya ínsitas en la buena praxis de empresa: tomar sobre sí las pobrezas fuera de sus empresas.

En segundo lugar, la propuesta de Chiara no se dirigía solamente a una comunidad de emprendedores, sino a una comunidad mucho más amplia de mujeres, hombres, muchachos, niños. Que era mucho más que una business  community, aunque fuera iluminada y generosa. En los primeros tiempos era la comunidad focolarina en su conjunto la destinataria de la nueva economía: “somos pobres, pero muchos” fue el eslogan de aquellos primeros tiempos… una comunidad que después de 25 años se ha extendido más allá del Movimiento de los focolares, incluyendo muchas otras personas fuera de él. Los accionistas de los polos fueron y son millares de ciudadanos, muchos de la franja media-baja, y la comunión de los bienes comunitaria era y es la base sobre la que se apoya la EdC de cada una de las empresas y de los polos. Es la cultura del dar, vivida por decenas de miles de personas, la base y la esperanza de la comunión en el mundo de la economía.

Es en torno a estos elementos donde han de buscarse nuevas respuestas, para mantener vivas sus preguntas.

Innovación es hoy la palabra más invocada por quien quiere indicar vías nuevas a la economía y a la sociedad. También la EdC, que este año celebra con verdadera gratitud su llegada feliz a sus “bodas de oro”, y además tiene una necesidad vital de innovaciones. Pero, conviene recordarlo, el primer uso de la palabra innovación es botánico: se usa cuando una rama o un árbol emite un nuevo brote. El árbol innova floreciendo, generando nueva vida. No se innova, entonces, sin raíces, buena tierra, árbol, ramas. Y, en las plantas de nuestros huertos y jardines, sin la mano y el cuidado del campesino o del jardinero. Las innovaciones necesarias tanto para la economía de todos como para la EdC, precisan de muchas cosas, y los recursos y los capitales monetarios no son las más importantes. Antes vienen las raíces y la fertilidad del humus, que son su capacidad de continuar siendo profecía en el mundo económico (sobre la profecía bíblica, cfr. También mis El árbol de la vida, Ciudad Nueva, abril de 2016, y Las parteras de Egipto,  Ciudad Nueva, abril de 2017). La EdC está todavía viva y da fruto porque ha tenido buena tierra, buenas raíces, ramas robustas, y manos generosas y expertas. Continuará innovando si sigue teniendo tierra, raíces, ramas y manos expertas y generosas.

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